Monday, March 13, 2023

Feria de todos Los Santos

En palabras Llanes


 

A ver, ya se terminó la feria (el máximo festejo de todos los y las colimenses). Han sido días turbios porque se canceló en 2021 y el 2020 fue una especie de experimento sui generis de entrar a la feria con nuestro vehículo. No funcionó. Mi hijo se durmió en la eterna fila de autos que esperan por entrar y solo lo hicimos para comprar gorditas de nata, una torta, creo que algunas cañas y ya (ese año si se hubiera organizado bien pudo haber sido interesante, por lo menos una experiencia más sofisticada, como cuando vas al lavado de coches y no tienes necesidad de bajarte y todo lo hacen las máquinas).

Ya se terminó nuestro máximo festejo y hay cosas que celebrar y otras en las que tenemos que hacer hincapié. Primero hay que celebrar que luego de aquel experimento sui generis y del 2021 (cuando, definitivamente se canceló), nuestra feria regresó. Yo viví tres años de bachillerato en el Cedart y me pasaba los días, las mañanas y las noches ahí, respiré feria, se me metió por todos los poros de la piel, la gocé, la tuve cerca, muy cerca, la compartí, la novié, la sudé, la caminé y la agoté hasta la exasperación casi casi; y cuando entré a la facultad iba, pero ya no fue lo mismo, en el Cedart la tuve enfrente, la veía ponerse y la veía, tristemente retirarse hasta el siguiente año. No sé por qué tantos lugares viajan para poder regresar, pero debe ser tremendo.

Cada año esperábamos la nueva atracción en juegos mecánicos. Me subí a muchos. Tantos que he perdido la cuenta, como he perdido la cuenta de cuántos litros de jugo de caña he bebido, cuántas gorditas de nata he comido y cuántos kilómetros cuadrados he caminado; por supuesto que ya no me subo a ningún juego, me da pánico, pero en aquellos años mozos lo hice y vaya que lo hice.

Recuerdo haber visto en concierto al Gran silencio en la concha acústica y a La Ley, la Guzmán (otrora mi esposa en el libro de ética de la secundaria) y la tenía, digamos, al alcance de la mano y sigo hablando de la feria. Eso celebro en primer lugar, que por fin regresó; esta ausencia de dos años quedará en los anales de la historia, se charlará de esto cuando tiempo haya pasado, se inscribirá en los libros de historia de los máximos festejos de nuestra Colima (je, en todas mis columnas he mencionado a nuestra Colima porque dije, creo, que lo iba a hacer). Esto es lo que festejo.

Festejo también que me gustó cierto orden que vi y que hubo un escenario para respirar a las bandas de rock locales; definitivamente me vi reflejado en los ojos de esos chicos que, desafinados, desaliñados y todo, prendieron a la banda con su música o con algunos cover de bandas famosas. Esa área de picnic la disfruté al máximo. Disfruté el área de restaurantes, mi favorito en definitiva fue La finca del barrio, fui cuatro o cinco veces a comer y a beber ahí. Ahora que lo pienso tampoco he sacado la cuenta de cuántos litros de cerveza he bebido ahí.

No me gustó que ahora vi que estaba mal iluminada, se veía oscura, por lo menos en la entrada, el área del carrusel me gustó, pero justo era donde estaba oscuro. No me gustó que no me dejaran entrar por donde se me diera mi regalada gana, tampoco me gustó que tuviera que hacer un carrusel para entrar, que tuve que pasar por un detector de metales y, no conforme, los guardias me tenían que revisar mi maleta, bolso de mano y lo que fuera, morral, mochila como si fuera un malandrín y menos porque ya había pasado por un detector de metales; tampoco me gustó que estuviera plagada de soldados que si ten negabas a ser revisado se te acercaban de manera amenazadora. No lo viví, pero lo vi que mucha gente que lo posteó en redes sociales, donde decían que no te dejaban entrar con nada que tuviera algo líquido en su interior: botella de agua, cerveza de lata, termo, lo que fuera, te pedían que lo dejaras ahí o te lo tiraban. Por fortuna no acostumbro a cargar con nada de eso, porque no me gusta cargar con nada porque sé que, en el interior, mi hijo pequeño me va a poner a cargar sus juguetes o lo que se gane en los juegos, las rifas, las carreras de caballos etcétera.

Me gustó que hubiera conciertos gratis, pero, volvemos al asunto de las políticas culturales, creo que la gente debe pagar algo por ver a esos artistas porque los acostumbramos a no hacerlo y al rato, quererles cobrar por ello o por cualquier otra cosa relacionada con el arte se volverá todo un problema y ahí tienen al artista local sufriendo, porque la gente quiere un libro regalado, una pintura, un concierto, lo que sea.

Ya se nos fue la feria de Colima y nos quedará su recuerdo, ver a los amigos que teníamos tiempo de no ver, reencontrarlos en la feria, caminando, comiendo, gozando la feria; saludarnos, vernos a los ojos, sentir que, a final de cuentas somos humanos y necesitábamos este regreso, este descanso de los días de pandemia, de vacunas y de dosis triples, de noticias terribles y, para colmo, sismos y demás.

Sí, he criticado cuestiones de este gobierno en otras columnas, cuestiones con las que no estoy de acuerdo, como lo he dicho en este espacio de la feria; pero también, carajo, no la han tenido fácil, hay un déficit de dos años y es la primera feria que tenemos de regreso, con otro gobierno y después de la terrible pandemia.

Vamos a ver el siguiente año…

 

 

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