Monday, July 13, 2020

Llanes-SánchezClara


Una antología fúnebre: Los muchos rostros de la muerte, agenda mortal


Café exprés


Escribir un libro no es labor fácil. Lo diré yo que tengo mucho tiempo dedicándome al oficio. Elegir un tema, plantearlo, pensarlo y repensarlo. ¿Para qué sentarse a escribir viviendo en un país que lee poco? Se han de preguntar muchas personas. ¿Para qué leer si después de La Biblia, Las mil y una noches, qué decir de Hamlet o Romeo y Julieta, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, qué si después de todos esos libros y, aún después de Los miserables de Víctor Hugo, El Cyrano de Bergerac del dramaturgo Edmond Rostand, de Rojo y negro de Stendhal ad infinitum ya todo está escrito y lo que viene no es nada más que una repetición también infinita de situaciones, amores y desamores, de tragedia y comedia, de locura, pasión y todos esos temas que nos hacen humanos? ¿Para qué?
              Uno escritor se devana los sesos creando ficciones en su imaginario, en su mente. Colecciona temas, ambientes, paisajes, personajes entrañables, momentos cumbre. Analiza formas, estructuras, arcos de transformación del personaje o situaciones para contar, narrar, transmitir una historia. Dice el buen Jorge Ibargüengoitia que escribir es tarea fácil y que cualquiera que tenga pluma y hojas de papel (quizá ahora páginas digitales) en blanco lo podría hacer y uno, uno que dizque es profesional en esto se devana el seso imaginando mundos y, a veces, no concretamos nada. Quiero escribir pero me sale espuma como decía Gustavo Sáinz. Ibargüengoitia agrega que por ser el lenguaje la vía de comunicación que tenemos tendremos el mismo número de críticos, todo aquél o aquella que sepa leer tendrá una opinión sobre nuestros textos y tiene razón. Sin duda.
              En un ensayo que leí recientemente de Juan Domingo Argüelles decía que los que saben, afirmaban que en el año 2018 vendría el final de libro en físico y que el libro digital sería la gran novedad. Este 2020, año que no veíamos venir por todas las implicaciones sociales, de salud y económicas con que nos ha sorprendido, nos dejó muy en claro que el libro en físico está más vivo que nunca. La gente se volcó en su casa a buscar en la biblioteca personal los libros en físico que pudo leer (que puede leer todavía) en medio de una pandemia que no permite que salgamos de casa. Las ventas del libro en físico se elevaron porque el documento llegaba hasta la puerta de nuestra casa. Recibir un libro así no tiene precio, bueno sí, pero era la oportunidad para que el libro electrónico avanzara y no sucedió así. Y no ha sido del todo así.
              Cabe aclarar que NO tengo nada contra el libro electrónico, no, para nada, todo lo contrario, lo atesoro como atesoro todos los documentos impresos que poseo; documentos que heredaré a mi hijo seguramente, junto con un bonche de buenas, muy buenas películas que espero que vea, disfrute y lea cuando tenga edad, por lo pronto lo que él tiene que hacer es divertirse, jugar a ser niño y nada más.
              Todo este verbo mareador que estoy lanzando como una botella al mar es para expresar mi alegría al tener en mis manos mi nuevo proyecto editorial. Sí, la pandemia nos ha recluido voluntaria o involuntariamente en nuestras casas, pero nos ha dado la opción de promocionarnos por otras vías como las redes sociales.
              Una antología fúnebre: Los muchos rostros de la muerte, agenda mortal es un documento que he escrito en coautoría con mi querido amigo Oscar Chapula, ambos nos metimos de lleno a investigar muertes (de pronto me sentí un caza muertes) para narrarle al público lector el modo en el cómo ocurrió. Muertes chuscas, cínicas, misteriosas, envueltas en un halo de romanticismo, de pudor, de no creerse; muertes únicas, sospechosas, siniestras o que han sucedido arriba de un escenario, la muerte se presenta con muchos rostros y es lo único seguro que tenemos en esta vida y la pandemia Covid-19 nos lo ha dejado ver muy en claro.
              Desde hace ya tiempo me he propuesto escribir libros con mis amigos y amigas se dediquen al oficio de escribir o no. Alguien puede tener un talento innato para dibujar y ese dibujo podría formar parte de la portada de mi nuevo libro y ese dibujo sería de un amigo o amiga que se alegrará al ver su trabajo impreso. Sí, quizá no soy un autor de circulación nacional, pero de que lo van a conocer por el estado de eso no me queda la menor de las dudas. Que mejor que trabajar con los amigos y amigas que ahora, por la distancia, no podemos besar, abrazar, apapachar como hacíamos antes.
              Este libro es una palmada en la espalda para mi cuate Oscar Chapula mejor conocido en tierra colimense como El Volpi, quien fue el único que me hizo jalón de aventarse este trompo a la uña cuando hablaba del proyecto. Fue largamente pensado, planeado, nos llevó tiempo escribirlo, lo imaginaba, después lo imaginábamos y ahora lo tenemos ya en físico gracias a la editorial que considero ya mi casa porque con este van tres documentos los que publico con ellos y hago el conteo: De amor, muertes y moscas, De entre sueños y perversiones y Una antología fúnebre: Los muchos rostros de la muerte, una agenda mortal. Todos bajo el sello de Puertabierta a quien le agradezco por hacerme segunda o tercera en estas locuras editoriales.
              Les diría que el documento se los regalo, pero no, tengo todavía un resto que dar de la edición que hay que pagar; además el artista debe vivir de algo y pongan ustedes que no soy ni Borges, Villoro, Arreola o Rulfo, ni mucho menos lo quiero ser, pero lo que sí soy es un gran apasionado a esto de las letras y, ahora, sumaré a todos mis amigos y amigas a proyectos literarios.
Sean ustedes bienvenidos y bienvenidas, he dicho.


Pd: Si alguien desea un ejemplar, yo mismo tengo a la venta y así contribuyen a la sobre-vivencia de un artista local, bueno, dos artistas locales.
Por su atención, muchas gracias.

Palacio de gobierno… ¿un espacio cultural?


Café exprés


 El pasado lunes a las nueve de la mañana, gracias a la invitación de la secretaria de cultura Oriana Gaytán, asistí a palacio de gobierno del estado de Colima para un recorrido para conocer o, mejor dicho, reconocer los adentros del otrora centro de servicios y trámites del gobierno del estado de Colima y ver las modificaciones, pero sobre todo, la restauración que está sufriendo y que va a sufrir el ahora recinto cultural en que se va a convertir.
              Y, todavía en medio de una terrible pandemia que le ha pegado muy fuerte al gremio (yo mismo no he podido presentar mi nuevo libro de cuentos A la cuenta de diez, que obtuvo el premio estatal de cuento en el año 2018) con todo esto nos presentamos a la cita en mención. El rostro cubierto al cincuenta por ciento por el cubrebocas, reconociendo a los amigos y amigas, colegas en diferentes expresiones artísticas sólo por los ojos. Días de pandemia…
              A la hora señalada llegó la secretaria saludando de puñito a los y las compañeras artistas que asistimos a ese primer recorrido (en el transcurso del día habría dos recorridos más, con otro número igual de artistas locales) e ingresamos al edificio en restauración.
              De inmediato los recuerdos de infancia y juventud me pegaron de lleno en el cerebro y en la memoria. Me llovió para atrás dijera mi compañera de vida Mirna Bonós. Es y era ya extraño ver ese inmueble sin las oficinas, el movimiento burocrático que ahí se llevaba a cabo hace ya algunos años. Recordé cuando iba con mi tía Coca, socorrito para la banda, y la tenía que subir por las escalinatas que están al ingresar por la entrada principal a mano derecha.
Íbamos a una oficina donde la atendían con no sé qué licenciado y por órdenes del gobernador Carlos de la Madrid. Posteriormente, las órdenes las daba el licenciado Fernando Moreno Peña y allá iba yo con mi tía subiendo las eternas escalinatas, a veces alguien me ayudaba, a veces, la gran mayoría yo me aventaba el trajín solo, pero estaba fuerte, delgado, no me dolía nada, era un jovenacho en toda la extensión de la palabra.
Con Carlos Flores la relación fue breve pues prosiguió, en el puesto, el profesor Gustavo Vázquez Montes (una estadía breve también y ya todos sabemos las causas; no me voy a detener en ello), al profe Gustavo tuve oportunidad de saludarlo en un par de ocasiones; la primera donde me entregó un estímulo para la actividad artística y la segunda vez donde me entregó el segundo lugar en el premio estatal de la juventud; les digo, era yo un muchachito. Con Arnoldo Ochoa todo fue breve, eran momentos álgidos (políticamente hablando) los que vivía Colima en esos años.
Vino en su lugar Silverio Cavazos (gobernador ya finado también) y, en el salón gobernadores lo vi en varias ocasiones; de manos de él obtuve el reconocimiento en el año 2005 del premio estatal de la juventud en el área de literatura, ese premio ahí comenzó a llamarse Gustavo Vázquez Montes en honor a nuestro siempre gobernador, mi tía coca asistía a una oficina que se llamaba atención ciudadana y yo la acompañaba, yo o mi hermano menor.
Con Mario Anguiano Moreno el palacio de gobierno comenzó a desdibujarse en mi memoria y asistí lo menos posible, de ese periodo no tengo gratos ni grandes recuerdos. Prosiguió en el puesto de gobernador un tal Ramón Pérez Díaz que fue un gobernador de breve instante, como ha habido varios en los últimos años en Colima y, ahora, con José Ignacio Peralta Sánchez el recinto entró en una etapa de restauración intensa. En un arranque de la obra me molesté por el ruido, por el estorbo que generaba para los transeúntes, para los coches y porque una parte del jardín Torres Quintero está cerrada para el uso de las personas y cuando vi que esto iba para largo, ya mejor no hice coraje y me resigné.
              Sin embargo, ahora que fui invitado por la secretaria de cultura a hacer un recorrido y ver lo hermoso que está quedando y de recordar todo esto que se me vino a la mente, cambié de opinión y he valorado el trabajo de cientos de personas para su restauración; empecé a hacer memoria de cómo recordaba ese edificio que albergaba un sinfín de oficinas (recuerdo una donde me dieron los requisitos para tramitar mi cartilla militar, porque me daba terror ser un remiso). El impacto entonces fue maravilloso al recordarlo y verlo ahora, restaurado, renovado en algunas partes, porque todavía falta mucho.
La última vez que entré fue a visitar el museo de la moneda, que se hallaba en ese edifico. Los colores de lo que será el nuevo espacio me gustaron, se ve más alto de lo que lo recordaba, incluso lo sentí más amplio, bueno, hasta le salió un tercer patio, vaya, no es tanto que le saliera así por así, sino que se descubrió un tercer patio, patio que había permanecido oculto por años, años, años.
              Capas de historia conjuntas con capas de cemento y pintura, el edificio había cambiado varias veces su tono de pintura y sobre esa capa primera había una y otra y otra más y una más y sí, así como el merolico oferta sus productos en nuestra tradicional feria de Todos los santos (que siento que este año peligra gracias a la pandemia del Covid-19). Así las capas de pintura del recinto.
Dicen los historiadores que el edificio fue antes cárcel, un subsuelo de dos metros de profundidad nos permite constatar un lugar que tampoco se conocía y que había estado tapiado, pero que deja ver claramente que era un espacio reservado para las celdas. Sólo nuestros anteriores y naturales lo saben o, quienes fueron testigos y habitaron esas celdas, encerrados bajo llave o quienes se encargaban de la custodia y de los trabajos de la penitenciaría.  
Humedad, vestigios, hallazgos, historia, un recorrido que me dejó sorprendido, que no esperaba que sucediera, la verdad es que jamás me imaginé estar pisando esos pasillos como lo hacía antes; ahora no llevaba a mi tía coca en su silla de ruedas, pero seguro estoy que ella también hubiera disfrutado de ese paseo, además, ahora habrá un tipo de montacargas para que ella pueda subir (claro, cuando todo esto de la restauración haya terminado). Olores a nuevo, a pintura recién puesta, a escombros, tierra y demás es lo que percibí de momento.
Nos ha quedado claro que el palacio de gobierno dejará de serlo (ya hace mucho que no funge como centro burocrático de trámites y servicios de gobierno del estado) y pasará a ser un centro cultural donde tendrá cabida el público colimense para sentir la identidad, los colores, la magia e historia de un pasado que está más vivo que nunca, de un pasado que se hace presente para heredarlo (como el buen arte) a las generaciones venideras para que sientan, como yo lo he sentido ahora, el pasado que se vuelve presente, la historia que está en cada viga, en cada ladrillo, en cada techo, columna, cornisa, puerta o ventana, cancel, balcón y resquicio de lo que será este nuevo recinto cultural, muchas gracias doctora Oriana Gaytán por esta invitación. Ya estoy ansioso de que pase el año o año y medio que todavía hace falta, para ver concluido el trabajo de cientos de personas y, recorrer de nueva cuenta el lugar que me ha visto crecer, porque yo sí he cambiado, el que no ha cambiado nada es palacio de gobierno que sigue igualito y con esta restauración, podría decir, que hasta se ve más joven que yo.  

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

 En palabras Llanes     I Una vez más México hace historia; otro 19 de septiembre que « retiembla en su centro la tierra al sonoro...