Friday, May 08, 2020

Servicio a domicilio


Café exprés
Servicio a domicilio


El confinamiento social y voluntario en el que nos tiene inmersos esta pandemia ha modificado (y seguro estoy que lo seguirá haciendo) nuestro tren de vida. Quizá esto sea algo con lo que tenemos que aprender a vivir. Quedarnos en casa. ¿Se acuerdan de aquella vieja película del año 1995 llamada La red?, es aquella donde Sandra Bullock (bellísima por cierto, era mi crush en aquellos años y me enamoré perdidamente cuando la vi en la película Máxima velocidad), en fin, decía que si recordaban esa película porque Sandra interpreta a Angela Bennett quien es una analista especializada en detectar virus informáticos en los sistemas computaciones y trabaja para una empresa de alto pedorraje (ya ven ustedes cómo se las gastan los norteamericanos). Angela Bennet se la vive confinada prácticamente en su casa, no tiene contacto con otras personas salvo con su madre que padece Alzheimer (ese alemán que la trae loca). Angela no sabe lo que es tener contacto humano y cuando tiene que salir de casa, no sabe, no halla, no atina cómo actuar. Ella trabaja en casa, pide las compras y se las llevan a domicilio y nada más. Yo estoy a la inversa del personaje que interpreta Sandra y seguro que estoy que no soy el único; estábamos acostumbrados a un trajín de vida de ida y vuelta y de regreso. Debo confesar que a mí sí me gusta el contacto humano, ver a las personas cara a cara, oír su voz, sus gestos, sus movimientos, tocar (me gusta tocar y que me toquen y dar un abrazo apretado cuando así se necesite). Lo que ha sucedido al quedarnos en casa es a convivir únicamente con los miembros de la familia (que en mi casa son tres personas: Mirna, Santiago y Ricardo). Debo confesar que ya nos conocemos los gustos, las manías y demás… con el resto de los mortales lo he hecho de un tiempo acá por video conferencias (pude notar el otro día, en algunos, el rostro cansado, las ojeras visibles el estrés del encierro); es cierto, estoy hasta la madre de estar guardado, extraño los jueves de básquet, los lunes y miércoles de taller de escritura creativa en el colegio Campo Verde, el ir y venir diario, a veces estoy a gusto en la casa porque visto ropa cómoda y así. Estamos perdiendo el contacto humano. El otro día pedí comida (japonesa) a domicilio y fue tan frío el trato que me dio miedo; lo hice por medio de Facebook (messenger) y puedo decir que no supe si la persona que me atendió fue hombre, mujer o robot; cuarentaicinco minutos después (y cuarentaicinco pesos más caro por el envío) a la puerta de mi casa llegó el pedido; por fortuna venía acompañado de un motociclista que, agitado, me decía que ya había pasado por mi domicilio un par de veces sin dar exactamente en dónde y es que mi casa está medio rara su ubicación, como uno. Angela Bennet se estresa cuando tiene que enfrentar a multitudes porque ya no está acostumbrada al estrés que da el contacto físico, el cara a cara con una persona. Yo todavía me estreso cuando hago un pedido, porque ya ni siquiera se hacen los pedidos vía telefónica (de esta manera si quiera puedes oír quién te atiende), ahora todo lo resuelve una maldita aplicación. Hoy día pedí una paella (muy rica, por cierto), la persona que me atendió ni siquiera me pidió mi nombre, sólo mi domicilio y listo, a la una de la tarde a mi puerta llegó un kilo de paella que despaché al instante en compañía de mi familia; en esta ocasión un chavo medio chooper (chamarra de cuero, cabello largo, lacio y rubio) traía mi pedido, platicamos un rato intercambiando puntos de vista, me entregó, pagué y se fue, por la calle donde vivo nadie, ni un alma, eran las casi dos de la tarde y el sol, a esa hora, no es para andar tomándolo como si estuviéramos en la playa y con Sandra Bullock a un lado en traje de baño. Debo mencionar que aparte de que el trato es sumamente frío, los establecimientos están excediendo sus cobros por el servicio a domicilio. Sin ir más lejos, el sushi que pedí (en aquella ocasión en que el motociclista llegó agitado y que dio dos o tres vueltas por mi casa sin dar bien con el lugar exacto y del que no diré su nombre para no quemar a nadie), el cobro por el servicio a domicilio fue de casi sesenta pesos, algo en lo que no había reparado hasta que me fijé en la nota de consumo que llegó a mi mano una vez que nos terminamos la comida, recogimos y me puse a analizarla. No se pasen de lanza, mejor lo pido y yo paso por lo que sea que vaya a comer, sirve que salgo a dar la vuelta, me quito un poco del estrés del encierro y me cercioro de que sean humanos los que del otro lado me están atendiendo y brindando un servicio. Saludo por ello.    

Servicio a domicilio, estrategia de venta de restauranteros 

Friday, May 01, 2020

Trabajo en casa: ventajas y desventajas


Café exprés


Empresario Vestido En Pantalones Y Cortos : Foto de stock (editar ...



Esta pandemia que nos mantiene resguardados en casa desde hace ya varios días, y que parece extenderse mucho más. Ha afectado a millones de personas en el mundo entero, causando la muerte de miles más. México no ha sido la excepción y al corte del día de hoy registra un total de 1859 decesos por Covid-19; yo vivo en un estado pequeño (que apenas tiene diez municipios), de esas 1859 muertes por Covid que se han registrado en territorio nacional, Colima tiene tres y estas tres han sido en el puerto de Manzanillo (y yo espero fervientemente que el número se quede exclusivamente en tres). Esto no quiere decir que la población entera se ha resguardado complemente en casa, que ha respetado la sentencia, vaya. No. Y es que no se puede respetar esto de #QuédateEnTuCasa en un país donde si no sales a trabajar simple y sencillamente no llevas el sustento a casa, eso hay que entenderlo y ponernos en los zapatos de tantísima gente que, a fuerza de su propia voluntad, tiene que salir y trabajar o que en casa vive una situación complicada y no quiere estar ahí, punto. Yo he salido a la calle a lo mínimo indispensable que es ir por comida y por agua (lo más que he hecho es ir al Seguro Social un par de veces y una más a hacer trámites para la guardería de mi hijo, porque la vida sigue y los días pasan aunque uno esté en medio de una pandemia como la que nos aqueja). Todo este verbo mareador es para explicar que esto ha modificado nuestro patrón de vida y nos ha llevado al famoso «trabajo en casa» (que no lo diré en inglés como muchos de los mortales que se quieren sentir anglosajones aunque sea con un solo término). El trabajo en casa está a todo dar, la verdad; uno, no me tengo que levantar todos los benditos días a las madrugadoras cinco de la mañana (aunque créanme que el cuerpo se acostumbra y me sigo levantando a esa hora pero para hacer lo que me gusta que es leer, he leído varios libros que tenía pendientes), en caso contrario me levantaría a esa hora a seguir una rutina nefasta que va del baño a la recámara para estar listo e ingresar a mi lugar de trabajo a las siete de la mañana y continuar con otra rutina que parece no tener fin, como esta pandemia; dos, no tengo el maldito estrés del tiempo, mi vida ha sido agitada y como siempre me gusta ser puntual, esto es un martirio (martirio para las personas con las que vivo que les cuesta un poco de trabajo la puntualidad); tres, no he gastado un solo peso en gasolina (vaya, sí he usado el vehículo en estos días, sí he puesto gasolina, pero no cada semana o cada tercer día o cada dos, como lo hacía antes), así que el ahorro ha sido notorio amén de que antes el litro costaba casi veinte pesos y se ha reducido a catorce, a veces trece y si tienes un poco de suerte lo encuentras hasta en doce pesos; cuatro, mi oficina está a unos pasos de mi recámara, esto es maravilloso porque puedo meterme a bañar, me seco rápidamente y casi casi estoy listo para ponerme a trabajar, sin ir más lejos, el otro día tenía una reunión de esas virtuales con algunos compañeros/as del trabajo, la hora fijada para la tal reunión fue a las seis de la tarde, eran las cinco y media y yo seguía sin bañarme, en la mañana trabajé, cociné, limpié mi casa y jugué con mi pequeño, dieron las cinco cuarenta y cinco y decidí meterme a bañar, cinco minutos después (porque los hombres nos bañamos en cinco minutos) salí, y listo, estaba en mi oficina, eso sí, me tuve que poner un pantaloncillo corto y una playera, me acicalé un poco el cabello y listo, no tuve que hacer más; seis, la ventaja de trabajar en casa es que puedes hacerlo en pants sin que te tachen de mal vestido, de vicionudo, de cuachalote y demás, entonces se ha notado también el ahorro en prendas de vestir, por ejemplo, el par de zapatos que compré para este semestre sigue como nuevo, en su caja original, empolvándose en el armario de mi casa, sí, me la he pasado en chanclas, a veces de esas calzaletas o a veces crocs para no perder el bendito estilo, aunque más bien son caras, porque de estilo no tienen mucho, eso sí, son comodísimas (y siempre hay que buscar la comodidad) excepto cuando empieza a sudar la pata; siete, puedo beber un trago de mi, vaya la rebuznancia, bebida favorita pero aquí entramos en complicaciones severas, resulta que mis bebidas favoritas son las que tienen alcohol (whisky, cerveza, vodka, ron, tequila), sin embargo si yo hiciera esto en el trabajo sería tachado de alcohólico (seguro estoy que hay otros más ebrios que yo y rondan las oficinas que rondo yo) pero bueno a la mejor yo sí soy alcohólico, a la mejor, pero pues qué les importa, nadie salvo yo me pago ese vicio, como nadie salvo yo me pago ese otro de acumular muchos libros, así que si no les pido dinero para mis vicios, por favor déjenme en paz, pero bueno, estoy en la libertad que me da mi casa y puedo entonces beber lo que se me dé mi regalada gana, así que voy al refri, destapo una cerveza, en lunes, sí en lunes laboral y a disfrutar; ocho, el esfínter también se relaja estando en casa porque yo no recuerdo ir, en la oficina, tantas veces al baño como lo hago estando en mi trabajo en casa; nueve, no tengo un horario establecido, soy de las personas que funciona más en la mañana y en la noche, en la tarde me apendejo, el calor me aletarga, no sé, el trabajo en casa me ha ofrecido la posibilidad de realizarlo a la hora que se me venga mi regalada gana y avanzar. Pero después de este paraíso terrenal, porque la verdad es que es un verdadero paraíso terrenal estar trabajando desde casa porque uno puede estar comiendo a la hora que también le dé su rechingada gana, después de todo esto y de que entre trabajo y trabajo puedo chingarme una película, una serie, oír mi música favorita o leer… después de todo esto viene lo que he catalogado aquí como ciertas desventajas de estar haciendo el trabajo desde casa; uno, el trabajo desde casa es ideal pero cuando eres soltero, y me explico, en casa somos tres almas adultas y un bebé, esas almas adultas necesitan los equipos para también, hacer trabajo en casa, el adolescente tiene que estar conectado en la computadora de escritorio porque él tienen clases en línea, la mujer necesita estar conectada porque tiene una carga de trabajo interesante que tiene que resolver y yo necesito estar conectado porque siendo descoordinador de una carrera se ofrecen cosas que, bueno, requieren solución, el problema es que tenemos sólo dos computadoras, aquí alguien tiene que esperar su turno al bat (en términos de béisbol) y como yo funciono más en la noche, me aplico en la noche, pero resulta que mis compañeros/as quieren reuniones en la mañana, todo lo hacen en la mañana y pues en la mañana yo no estoy o sí, a veces (ya me pasó que en una reunión no pude estar, vamos, ni me enteré que hubo reunión hasta que vi mis mensajes en el teléfono); dos, el bebé de tres años (que todavía es bebé y aún no se vale por sí sólo), ese pequeño terremoto necesita que alguien juegue con él, que lo acompañen al baño, que le lean un cuento, que le hagan de desayunar cosas ricas como las que hacen en su estancia infantil, que le presten el teléfono celular para ver sus videos, vaya, el pequeño Ricardo no sabe de pandemias, él quiere ir a la playa, ir al parque, salir a jugar con sus amiguitos/as, frecuentemente nos pregunta por ellos/as y ahí tengo que inventarle una historia de amor, porque este resguardo domiciliario es una bella historia de amor y de quererse, así que hay que dedicarle tiempo al bebé, en tanto el grueso de la familia utiliza los dos equipo que hay en casa; tres, regreso a esos equipos porque quizá sea el punto medular del trabajo en casa, los equipos que tenemos son modestos, no tenemos grandes programas o paquetes para edición de videos, edición de audio, no, no los tenemos, amén de que son equipos propios y no de la oficina los que estamos gastando y utilizando hasta en jornadas dobles o triples… ¿si se me llegara a joder mi máquina, el gobierno, la universidad, los institutos me la van a reponer?, claro que no, lo tengo que hacer yo mismo, de hecho estoy analizando la posibilidad de hacerme de otro equipo, pero resulta que, a estas fechas, todas las tiendan están cerradas; cuatro, lo que me lleva a este punto, los jefes/as, sabedores de que uno está en casa han de creer que la cosa es fácil y que estamos disponibles a toda hora; para ellos no hay puentes, fines de semana, horarios, piensan que no hay que hacer el desayuno, que no hay que hacer la comida, que no hay que barrer, trapear (y ahora con esta enfermedad esta actividad hay que hacerla dos veces al día y con Pinol y Cloro para desinfectar), que no hay que lavar platos y/o ropa, y no sé qué piensan los jefes o compañeros/as de trabajo (y no es reclamo eh, no, no lo es, sólo es un punto de vista), porque resulta que todo urge, todo es para yayaya, que los de arriba piden formatos, cartas, constancias, programas y todo es papeles, obsoletos papeles, y para los jefes/as parece que no hay horario y piden, piden, piden como para darse cuenta o no… de que uno está trabajando con todos los pros y con todos los contras en y desde casa, de estos mismos pros y contras que estoy enlistando u otros. No, señores/as, si esto del trabajo en casa va a ser de aquí en adelante una constante, creo que tenemos que poner horarios y días, yo mismo he contestado mensajes de whats (laborales los mensajes) a las cuatro de la mañana, lo he hecho en sábado y en domingo, me llegan correos en la madrugada (entiendo que haya compañeros/as que a esa hora pueda trabajar porque esto mismo que estoy diciendo aquí  o por otra razón, pero está cabrón, oigo mi celular y ya pienso que es cosa del trabajo, lo pongo en silencio y luego no oigo otras llamadas de la familia que son importantes o de si me gané un premio literario o no, en fin, ahora entiendo los ataques de ansiedad) y, si lo vemos así, estas vacaciones no pude salir con mi familia a ningún bendito lugar, sí, nos amamos, nos queremos, nos adoramos, pero también el roce diario y continuo es desgastante, mi mujer ve el tiradero que deja el bebé y se quiere volver loca, yo igual, pero me sereno, inhalo y exhalo, amén de que el pequeño Ricardo ya está harto del encierro; cinco, tengo familia con enfermedades crónicas y adultos mayores que son propensos a este ataque llamado Covid-19, mi padre trabaja en el taxi y pues mucha gente en la calle no hay (su fuerte son los estudiantes), así que su ingreso bajó considerablemente, amén de que está a cargo de mi madre, enferma, de mi tía coca, también enferma y de mi abuela, no es para nada fácil y cuando no es una es otra y pues uno tiene que estar al pendiente, llevar comestibles y apoyar de alguna forma. Así están las cosas en el trabajo desde casa, quizá se me escapan muchas más, el calor, por ejemplo, no tengo en mi casa un aire acondicionado, me la vivo con un ventilador que hace un ruido de la chingada y avienta aire caliente. De pronto todo se acumula, quejas de un sector, quejas y estrés del otro, entrega inmediata de algo que no tiene pies ni cabeza. ¿Qué tal que esta pandemia decide matarnos a todos? Para qué, entonces estresarnos con funciones que, no sabes cómo vayan a seguir. De seguro la vida de ahora en adelante va a ser diferente, quizá tengamos que vivir acostumbrados a esta pandemia o con ella a un lado, quizá. Viene una crisis severa y muy fuerte en muchos aspectos y eso es innegable. Simplemente me estoy desahogando un poco porque hoy fue un día de verdad de mucho estrés, como el que nunca había vivido. Por todos lados piden y piden cosas y todavía hay quienes nos dicen que grabemos un video para promocionar la lectura, que hagamos una convocatoria para un concurso de cuento, que seamos jurados en concursos de escritura creativa, que les mandemos actividades a los chicos y chicas, que pongamos en función nuestros talleres o, ahora que tenemos mucho tiempo, revisar los cuentos y las novelas de ene, ye o zeta. Está cabrón. Que este texto sea una tabla de salvación para alguien más que se halle en medio de un ataque de ansiedad. A mí me ha relajado escribirlo y externarlo y jamás había sentido un ataque igual, vaya, ni siquiera sé si sea un ataque de ansiedad como tal o sólo un momento. Como dice esa frase que ronda por ahí en las redes sociales: «No. No estás trabajando en casa. Estás en casa, en medio de una crisis, tratando de trabajar». Punto, fecha y firma, así lo dejo escrito.   

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

 En palabras Llanes     I Una vez más México hace historia; otro 19 de septiembre que « retiembla en su centro la tierra al sonoro...