Café exprés
Escribir un libro no es labor
fácil. Lo diré yo que tengo mucho tiempo dedicándome al oficio. Elegir un tema,
plantearlo, pensarlo y repensarlo. ¿Para qué sentarse a escribir viviendo en un
país que lee poco? Se han de preguntar muchas personas. ¿Para qué leer si
después de La Biblia, Las mil y una noches, qué decir de Hamlet o Romeo y Julieta, El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha, qué si después de todos esos libros y,
aún después de Los miserables de
Víctor Hugo, El Cyrano de Bergerac
del dramaturgo Edmond Rostand, de Rojo y
negro de Stendhal ad infinitum ya
todo está escrito y lo que viene no es nada más que una repetición también
infinita de situaciones, amores y desamores, de tragedia y comedia, de locura, pasión
y todos esos temas que nos hacen humanos? ¿Para qué?
Uno
escritor se devana los sesos creando ficciones en su imaginario, en su mente.
Colecciona temas, ambientes, paisajes, personajes entrañables, momentos cumbre.
Analiza formas, estructuras, arcos de transformación del personaje o
situaciones para contar, narrar, transmitir una historia. Dice el buen Jorge Ibargüengoitia
que escribir es tarea fácil y que cualquiera que tenga pluma y hojas de papel
(quizá ahora páginas digitales) en blanco lo podría hacer y uno, uno que dizque
es profesional en esto se devana el seso imaginando mundos y, a veces, no
concretamos nada. Quiero escribir pero me sale espuma como decía Gustavo Sáinz.
Ibargüengoitia agrega que por ser el lenguaje la vía de comunicación que
tenemos tendremos el mismo número de críticos, todo aquél o aquella que sepa
leer tendrá una opinión sobre nuestros textos y tiene razón. Sin duda.
En
un ensayo que leí recientemente de Juan Domingo Argüelles decía que los que
saben, afirmaban que en el año 2018 vendría el final de libro en físico y que
el libro digital sería la gran novedad. Este 2020, año que no veíamos venir por
todas las implicaciones sociales, de salud y económicas con que nos ha
sorprendido, nos dejó muy en claro que el libro en físico está más vivo que
nunca. La gente se volcó en su casa a buscar en la biblioteca personal los
libros en físico que pudo leer (que puede leer todavía) en medio de una pandemia
que no permite que salgamos de casa. Las ventas del libro en físico se elevaron
porque el documento llegaba hasta la puerta de nuestra casa. Recibir un libro
así no tiene precio, bueno sí, pero era la oportunidad para que el libro
electrónico avanzara y no sucedió así. Y no ha sido del todo así.
Cabe
aclarar que NO tengo nada contra el libro electrónico, no, para nada, todo lo
contrario, lo atesoro como atesoro todos los documentos impresos que poseo;
documentos que heredaré a mi hijo seguramente, junto con un bonche de buenas,
muy buenas películas que espero que vea, disfrute y lea cuando tenga edad, por
lo pronto lo que él tiene que hacer es divertirse, jugar a ser niño y nada más.
Todo
este verbo mareador que estoy lanzando como una botella al mar es para expresar
mi alegría al tener en mis manos mi nuevo proyecto editorial. Sí, la pandemia
nos ha recluido voluntaria o involuntariamente en nuestras casas, pero nos ha
dado la opción de promocionarnos por otras vías como las redes sociales.
Una antología fúnebre: Los muchos rostros de
la muerte, agenda mortal es un documento que he escrito en coautoría con mi
querido amigo Oscar Chapula, ambos nos metimos de lleno a investigar muertes (de
pronto me sentí un caza muertes) para narrarle al público lector el modo en el cómo
ocurrió. Muertes chuscas, cínicas, misteriosas, envueltas en un halo de
romanticismo, de pudor, de no creerse; muertes únicas, sospechosas, siniestras
o que han sucedido arriba de un escenario, la muerte se presenta con muchos
rostros y es lo único seguro que tenemos en esta vida y la pandemia Covid-19
nos lo ha dejado ver muy en claro.
Desde
hace ya tiempo me he propuesto escribir libros con mis amigos y amigas se
dediquen al oficio de escribir o no. Alguien puede tener un talento innato para
dibujar y ese dibujo podría formar parte de la portada de mi nuevo libro y ese
dibujo sería de un amigo o amiga que se alegrará al ver su trabajo impreso. Sí,
quizá no soy un autor de circulación nacional, pero de que lo van a conocer por
el estado de eso no me queda la menor de las dudas. Que mejor que trabajar con
los amigos y amigas que ahora, por la distancia, no podemos besar, abrazar,
apapachar como hacíamos antes.
Este
libro es una palmada en la espalda para mi cuate Oscar Chapula mejor conocido
en tierra colimense como El Volpi, quien fue el único que me hizo jalón de
aventarse este trompo a la uña cuando hablaba del proyecto. Fue largamente
pensado, planeado, nos llevó tiempo escribirlo, lo imaginaba, después lo
imaginábamos y ahora lo tenemos ya en físico gracias a la editorial que
considero ya mi casa porque con este van tres documentos los que publico con
ellos y hago el conteo: De amor, muertes y moscas, De entre sueños y
perversiones y Una antología fúnebre: Los muchos rostros de la muerte,
una agenda mortal. Todos bajo el sello de Puertabierta a quien le agradezco
por hacerme segunda o tercera en estas locuras editoriales.
Les
diría que el documento se los regalo, pero no, tengo todavía un resto que dar
de la edición que hay que pagar; además el artista debe vivir de algo y pongan
ustedes que no soy ni Borges, Villoro, Arreola o Rulfo, ni mucho menos lo
quiero ser, pero lo que sí soy es un gran apasionado a esto de las letras y,
ahora, sumaré a todos mis amigos y amigas a proyectos literarios.
Sean ustedes
bienvenidos y bienvenidas, he dicho.
Pd: Si alguien desea un ejemplar,
yo mismo tengo a la venta y así contribuyen a la sobre-vivencia de un artista
local, bueno, dos artistas locales.
Por su
atención, muchas gracias.
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