Tuesday, June 12, 2007

Los velorios (Crónicas defenestrantes)

Los velorios
(Crónicas defenestrantes)


Alberto Llanes


Los velorios siempre son cuadros que a uno no le gusta ver. Un velorio siempre es una actividad que… dicho sea de paso a todos nos va a llegar alguna vez en la vida, pero eso sí, defenestra porque defenestra.
Desde que entré a publicaciones (de la Universidad de Colima), me ha tocado asistir a varios velorios. Algunos de amigos que se nos adelantaron en el viaje, otros de familiares de los compañeros de trabajo, pero no he estado exento de asistir a ellos por varias razones, una, son momentos en los que se demuestra la calidad humana de uno como persona, dos, aunque uno esté peleado o le caiga mal el compañero o compañera en cuestión (que no es mi caso pero siempre lo hay), el muerto es un humano que, aunque peleados, hay que tenerle tantito respecto, y olvidarse de rencillas de ese tipo.
En esta ocasión fue el abuelito de una entrañable compañera de la oficina. Como suele suceder en estos casos fuimos en bandada. El velorio se llevaba a cabo en un pueblecito cercano a Colima, Chiapa, tierra natal del finado. Yo, camisa negra (como dijera Juanes) y mis demás compañeros con tonos disímiles ahí fuimos, me supongo que pensando en la muerte, no sé. Por lo menos yo sí. Situaciones como ésta hacen que piense de manera tal en la muerte… ¿cuándo vendrá la mía? es pregunta más frecuente.
Hace poco escuché a una compañera decir que no tenemos nada seguro en la vida. Ella se refería al trabajo. Yo pensé de inmediato en la vida. Tampoco la vida la tenemos segura.
Cuando llegamos a Chiapa la misa ya había empezado. Ya sé a lo que iba. A toparme con rostros en llanto o enrojecidos por lo mismo. Caras largas. Ropas oscuras. Y el pobre muerto ahí, en el medio, siendo el centro de la atención de todos. Me dio (como siempre me da), un escalofrío que me recorrió desde la mera punta de los pelos hasta los pies. Me recorre todo el cuerpo y la piel se me pone china y entonces me da un espasmo frío frío que se denota con un movimiento brusco pero rápido de hombros (calosfrío). No es que le tenga miedo a la muerte, o quizá sí o quizá tantito, pero siempre me pasa lo mismo hasta que no me acostumbro al muerto.
¿Puede uno acostumbrarse al muerto?, es una pregunta de la que ahorita no tengo la respuesta.
Cuando uno llega tarde a algún sitio, lo que menos quieres es darte a notar. Menos cuando hay una misa de cuerpo presente y conoces nada más a las personas que van contigo y nadie más. Me persigné. El padre estaba de pie dando su misa. El cuerpo ahí, metido en una caja. Inmediatamente me viene un seudo ataque de asfixia y me pongo a pensar en cómo sería el personaje que está ahí adentro. Es absurdo creer que uno va pasar el resto de la vida ahí, metido como cualquier cosa, pudriéndose con el tiempo. ¡¡¡Qué razón tenías Jaime Sabines!!!, es una costumbre muy salvaje.
Me fui a sentar junto a dos personas de edad avanzada. Al unísono voltearon ambas a verme. Quizá se hayan sorprendido, no lo sé. Fuimos guiados por el padrecito (vestido de morado como se debe en estos casos), en un misal que hace mucho no oía, es decir, sí oía, pero más bien, que no asistía. Y es que hacía mucho tiempo que no iba a misa. Esto no quiere decir que soy mal católico, o a la mejor sí. Pero no me gusta se hipócrita, por eso mejor a mi dios le rezo en la casa, ante él. ¿Cuántos pecados habré cometido si soy un pan de dios?… quien sabe. Ateo no soy… agnóstico tal vez pero es un término que pocos entienden.
Mi paz os dejo mi paz os doy -dijo el padre-, no tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe en tu iglesia… como hermanos… démonos la paz…, Voltee para darle la paz a la primera señora a mi lado (izquierda), me dio la paz una mano arrugada… una vista cansada… una ropa de lutísimo… un apretón sin ganas…, más a la izquierda estaba la segunda señora… aún más grande que la primera… más arrugada que la primera… y más todo lo anterior y me extendió la mano, le extendí la mía, La paz del señor -dijo-, La paz -le contesté-, Al próximo velorio que asista será al mío -dijo-, Se me hizo un nudo en la garganta, no sabía qué decirle, y otra vez el frío me recorrió el cuerpo.
Qué responder en casos así, qué comentario hacer… lo único que se me vino a la mente fue pensar que nadie tiene la vida segura… y que… quién le afirma a la señora esa que al próximo velorio que yo vaya sea el mío. En fin…

Pueden ir en paz… el post de este día ha terminado.

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