Friday, March 02, 2007

La chica azul, Mr Catástrofe, el sarcástico Sr. equis, y otras protuberancias

Mr ekis: Ya. Todo. Ya. Por ejemplo, ayer no estornudé. Y ya son las tantas de la mañana de este día. Del que ya estamos viviendo, quiero decir, y nada. Nadie me dice salú. Salucita de la buena. Porque no. No he estornudado. Eso se me hace muy cagado. Estornudar. Ayer vi a una muchacha bonita que lo hizo, y nadie le dijo salú. Es que, por qué tenemos que decir salú inmediatamente después de que alguien hace achú (a veces, como mi mamá, hasta diez veces seguidas). A, no lo sé (me vale si después de la A vaya o no vaya una coma, yo la quiero poner). La muchacha está bonitilla. Morenaza de fair (de fuego pues), acorpachada, como más o menos me gustan las chavas. Tetas en su lugar. Nalguitas como que a gusto. Piernitas largas (y a qué hora abren). Pelo laciazo, negrazo y largazo. Ojos también, negrazos. Siempre se sube en la misma esquina, y siempre en la misma ruta que yo, y siempre lleva una chamarra de mezclilla que se ajusta a su cuerpecito. Y precisamente ayer estornudó y nadie le dijo salú, menos yo, que no quitaba los ojos de las líneas de Roberto Bolaño. Y es que Roberto estaba contando cómo un necrófilo hace de las suyas. Pero el cadáver lo está viendo, después le habla, el cadáver, claro, y el necrófilo ni se inmuta, queda inpertérrito ante esa voz sí, pero hasta ahí. Incluso el Bolaño recuerda esa historia protagonizada por la entonces poco tetona Demi More, y el actor Patrick Swayze, Ghost, la sombra del amor. Entonces la chava ésta estornudó, y nadie, nadie fue para decirle: salú señorita (perdón por el apodo). Después, creí óptimo decirle salú yo. Pero la vi tan lejos de mí, y había pasado ya taaaaaanto tiempo desde que estornudó, que dije, no Mr catástrofe, creo que te vas a ver fuera de onda, creo que ya pasó mucho tiempo desde que la morenaza estornudó. Y es que cuando uno estornuda, el tiempo, el tiempo que pasa desde el hecho, hasta decir salú, se puede contar por micromilesimas de segundo. Porque eso sí, ipso factum, cuando uno estornuda, alguien, siempre, dice salú, casi automáticamente. Pero a ella no, y eso que está guapaza la chava, digo, igual puede ser un buen pretexto para iniciar una platica. Pero no, nadie dijo nada. Se me trabó, literalmente la lengua, y no coordiné, mi cerebro no coordinó entre seguir la lectura, decirle salú o taparme el sol. Tanto así, que no me atreví a decirle nada, por sentirme fuera de... ya saben... no sé cómo explicarlo... aunque tengo la palabra... no la quiero poner... y es que la morenaza es de fuego puro. Yo siempre cumplo el ritual de siempre. En cuanto se sube, dejo las líneas y le echo un vistazo. No un vistazo morbozo, no (aunque sí le pego su miradaza ahí, en esas zonas que tiene chic), entonces todo es una mirada seria, incólume, si la mirada puede ser incólume, por ejemplo. Creo que ella lo siente, porque en cuanto prevé mis ojos recorriéndola (aunque debo aclarar que no de arriba a abajo, sino de abajo a arriba, porque tiene unos pies lindos)mi mirada la pone nerviosa, se sienta cerca, pero lejos (yo me entiendo en este rubro)y con el rabillo del ojo mira a donde yo, que siempre tengo la mirada fija en algunas líneas del libro en cuestión. Para dar el toque inteletual que a ellas les gusta. Entonces, estornudó. Pero lo hizo con tanta gracia, con tanta hermosura (si un estornudo puede llegar a ser hermoso, por ejemplo), como ella misma, que se me hizo bien escribir sobre ella, sobre su estornudo, sobre sus cosas, sobre su vida, aunque de su vida nada más sepa tiene veintiún añitos, el pelo lacio, muy negro, y los ojos de asiática porteña-latina. El otro día, amigos, Mr catástrofe, o sea, yo, me metí en una parte de su vida, o ella se metió en la mía, no lo sé. Se subió en la misma esquina. Se sentó delante mío. Cuadras después, el choche (amigo suyo por antonomasia) se sentó a su lado. Como es obvio, platicaron. Eso del choche lo supe después, como después también supe que tenía veintiún añitos. Ese día no estornudó, no, pero su voz se me hizo sensual. ¿Todo en ella se me hace sensual?, últimamente le echo la culpa al calentamiento global de mis vicios. Ella ya es mi vicio. Mi estratagema. Mi..., de la platica ni me digan, oí pero no oí nada (también yo me entiendo en este rubro), recuerdo nada más su voz, cachondaza, me cae. Me puso romanticón, debo aceptarlo. La imaginé todo el camino siendo telefonista, con todo respeto a mi chica azul, de líneas hot line, de esas en que, me han dicho, llamas, y se pone al otro lado una voz a decirte cosas sucionas, puerconas pues, en lo que echas a volar la imaginación, y poco a poco te vas, cual foco, prendiendo, hasta ponerte cañón cachondazo. Bueno, la imaginé, total, nunca va a leer esta parte de mi pensamiento. Acaso entre a este blog y lo lea, y se vea ahí, sentada en ese camión, delante de mí pero del lado derecho, yo, el izquierdo, estornudando, bonita siempre, con gracia, sin nadie que le diga salú, nadie porque voy leyendo a Roberto Bolaño, y el cadáver parlante me pone los pelos de punta, como me puso ella el día que se sentó al lado mío. Con esta, van dos veces que lo hace. Aquella ocasión estaba leyendo otra cosa, no lo recuerdo bien, la duración de los empeños simples, la eternidad por fin comienza un lunes, no lo sé, siempre estoy leyendo, poco o mucho, siempre leo. Ella se sentó en el último lugar del mundo, es decir, en el único lugar vacío en ese camión, al lado mío. Como siempre, la vi, me vio, cómo no haber amado sus grandes ojos fijos y oscuros (me anerudé). Quise decirle algo, pero últimamente, como a Vanesa (amiga mía por antonomasia), mi cerebro no logra coordinar, pulsera pulsera pulsera (y yo aquí también me entiendo en este rubro), y no le dije nada. Seguí leyendo. Vio lo que leía. Iba a preguntarle algo, pero el personaje se tomó sus orines. No, otra vez, un personaje bizarro hace de las suyas. El problema radica en que no puedo dejar de leer. Una vez metido en este vericueto no puedo dejar de leer. Y no, se bajó donde siempre y nada, no le dije nada. En otra ocasión, la segunda que se ha sentado a mi lado. Qué rico perfume llevaba, me permito hacer esta acotación. Que rico huele siempre. Otra acotación. Iba leyendo otra Triquiñuela más, de otro autor más, de esos que nada más engañan al pobre lector con tanta palabra, con tanta cursilería, bueno no, curslería no es la palabra, en fin, yo también aquí, vuelvo a entenderme. El caso es que a uno le gusta la chinga, ya me di cuenta. Eso de empezar a hablar de estonudoz no lleva a ningún lado. Termino diciendo que no, no le volví a decir nada, me pase todo el camino pensando cómo se vería mi mano en su pierna, por ejemplo. Siempre pienso cosas como esa. Total, fui todo el camino, pensando cuál sería la excusa adecuada, para poner mi mano en su muslo. Todo se me fue en eso. Y no volví a decirle, ni a hacer nada. Esos veintiún años de ella me ponen, no sé, locuaz. Hasta que me di, otra vez cuenta, que el camino había llegado a su fin y otra vez, se me había ido viva la paloma. No sé qué, pero sí lo sé. También yo solo me entiendo, el caso es que ya van tantas horas de la mañana, y es todavía hora, en que no puedo estornudar. Salú!!!

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