Tuesday, May 29, 2007

Yo, el peor de todos (Crónicas defenestrantes)

Yo, el peor de todos
(Crónicas defenestrantes)


Alberto Llanes


Los compañeros de oficina me han de odiar. Y cómo no si me la paso ganando la quiniela de equipos de futbol. Ha decir verdad nunca había ganado nada. Siempre he sido muy malo para los juegos de azar. Ahora, de tres quinielas llevo ganadas dos. Gran subterfugio si tenemos en cuenta que antes, me tocaba siempre pagar apuestas.
Recuerdo varias de ellas. Una fue con mi compa el Volpi (Oscar Fernando). Apostamos en futbol americano. A estas alturas la memoria no me da para recordar exactamente a qué equipo cada quien. Pero eso sí. Yo siempre a la conferencia Nacional. Él, (aunque no siempre) a la conferencia Americana. La apuesta: corte a rapa de pelo. A estas alturas también, la memoria no me da para recordar cuán largo o corto podría tener el cabello. Pero eso sí, una apuesta es una apuesta. El Llanes perdió. La burla general no se hizo esperar después de haber ido, en ese mismo instante, a la peluquería en cuestión para pagar una deuda de juego que es también, una deuda de honor.
Como en estos casos siempre pasa. La revancha tenía que serme concedida. Y se me dio. Pero otra vez, mala fortuna. El Llanes volvió a perder. La apuesta: corte a rapa de pelo. No lo podía creer. Dos veces perder es mucho perder. En esta ocasión, mi amigo y cuasi hermano me perdonó la vida (hecho que no se debe hacer). Total. La apuesta más reciente que he perdido ha sido también en el futbol americano. Y es que parece que mi deporte favorito es el que más mala suerte me ha dejado. En esta ocasión aposté lo mejor que se puede apostar: libros.
Ahora la apuesta fue con mi compadre Ihovan. Él le iba a los Potros de Indianápolis. Yo a los Osos de Chicago. Siempre apostando por la conferencia Nacional (donde se encuentran mis amados Vaqueros de Dallas). Yo, le pedía que si perdía su equipo me comprara el libro de Nacho Padilla: La gruta del Toscano. Él, se fue por uno más ojete. Si mis Osos perdían (como al final pasó), quería que le regalara el libro de Jorge Volpi: No será la tierra. Total. Volví a perder. En esta ocasión como en ninguna otra, no tenía salvación. Una apuesta es una apuesta. Y habría que pagar.
Me lancé a las librerías de la ciudad pero no, no encontré el texto, a pesar de lo malo que es el libro se había agotado. Se había agotado en una ciudad que, estaba seguro, leía poco. Total. Lo mandé pedir. En unas cuantas semanas llegaría. Mi compadre se complació ante mi querencia del pago de la deuda recién contraída. En eso estábamos, a la espera del tomo editorial Alfaguara cuando se nos atravesó algo aún mejor: la edición conmemorativa de Cien años de soledad. Y esa fue al final la que le compré a mi amigo y compadre Ihovan.
Así he ido pagando mis deudas. Pian pianito. In crescendo como dijeran los músicos. He apostado de todo. Dinero. Cervezas. Cabelleras. Tintes para el pelo. Libros. Discos. Y una infinidad de artículos que sería largo, muy largo enlistar. A la fecha me había ido medio mal en esto de las apuestas. Y es que cómo no me va a ir mal si le voy por ejemplo al toros Neza, al Toluca (que a veces da partidazos y a veces le parten su madre), a los Vaqueros de Dallas, y mermas de esas. Haber, cómo no me ha a ir mal yéndole a esos equipos. El caso es que las apuestas son un vicio. A veces una necesidad. Máxime cuando se caldean los ánimos. Cuando llevas los colores de tu equipo bien metidos en el cuerpo.
Sin embargo la suerte cambia, todo lo que era perdición, derrota, vencimiento, inferioridad, descalabro, fracaso, perdida, derrotismo, desentrega y un largo etcétera más. Se ha convertido en triunfo, campeón, éxito, laurel, victoria, conquista, superación etc.
Todo empezó cuando en el mundial de Alemania 2006, cuando dubitativamente (tras tantos descalabros en mi vida aposteril), opté por entrar a la quiniela de los miembros de la oficina. Mi desmoronamiento vino cuando entregué el dinero que había que dar y más, cuando al abrir el papelito blanco leí que me tocaba (por suerte de azar) Italia. Tómala barbón. Complicado cuando hay equipos como Francia, Brasil, Argentina, Inglaterra, la misma Alemania que eran o se veían más fuertes. Aún así gané. Primera victoria de muchas (espero) que vengan después.
El éxito continuó cuando en el torneo local. Nacional quiero decir. Al volver a abrir el papelito blanco (y aún sin dar el dinero correspondiente) se leía: Pachuca. Es decir. Me tocó el súper líder. Complicado pensé. Lejos de complicado me dije que era algo maldito. El súper líder nunca o muy pocas veces se corona campeón. Chin. Aflojé la lana correspondiente y esperé que pasaran los días… los juegos… los marcadores… los equipos… al final… el Pachuca salió campeón del torneo de clausura 2007. O sea, volví a ganar la quiniela. Dos de tres y sereno.
El torneo pasado mi hicieron alguna triquiñuela que, cosa curiosa, me tocó, según dijeron por azar, el Atlas (sí como no). Como no estuve presente para escoger el papelito… pero en fin… los compañeros de oficina me han de odiar.
Saludos a Pedro Ángel Palou, el Puebla está de regreso en la primera división.

1 comment:

Tewé Nesérame said...

Mire que mis deseos de que se ganara su lanita dieron resultado. El América se jodió ¡¡qué lindo!! qué bueno que ya no está usted perdiendo... yo ya le gané cuanta cerveza se me antojó... saludos!!!

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

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