Monday, May 28, 2007

El jiote de la Mancha (Crónicas defenestrantes)

El jiote de la Mancha
(Crónicas defenestrantes)


Alberto Llanes


En algún lugar del cuerpo del cual su nombre no quiero mencionar. No ha mucho apareció un jiote gallardo y de dudoso plumaje (aunque plumaje plumaje, lo que se dice plumaje, pues no…), pero hay que ver. Decía que el jiote hizo acto de presencia de pronto. El bello jiote (que a ciencia cierta no sé se en realidad era jiote o estaba disfrazado de jiote pafra defenestrar mi día), se veía alegrísimo y rojo, con una circunferencia cuasi perfercta, justo en (ah, dije que la parte del cuerpo no la iba a mencionar por respeto a…) habrá que ver.
Decía que la mancha (voraz) como la bauticé después. Me dio tanto, pero tanto sentimiento (de ese del bueno, del que todavía hay, del que sacas botella de tequila y todo), y de tanto sentimiento que me dio, no hice nada, pero nada para sacarlo, de pronto, como llegó, de mi vida.
Saqué un bolígrafo punto fino. De la marca noséqué. Y fui directo a la protuberancia (porque a esas alturas, un montículo se empezaba a formar), y le dibujé una hermosa carita feliz. Ojitos y boquita (y no precisamente de gomita), fueron los aditamentos necesarios para que el jiote de la Mancha tuviera forma de persona. Unos pelillos en la cabeza hubieran estado bien, pero a duras penas sé dibujar los ojos y la boca, cuantimás el cabello.
El jiote quedó, de tan bonito, convertido en una bella carita que sonreía siempre. Feliz. Así. Sonriente. ¿De qué?, no lo sé, tal vez de su aparición por vez primera en mi (ah, dije que la parte del cuerpo donde apareció no la iba amencionar por respeto a…) habrá que ver.
Total. El jiote y yo. Felices ambos. Él más. Su carita lo delataba. Luego de ese dibujo lo volví actor de teatro guiñol. Como es de suponerse ambos. Jiote y enjiotado. Tuvimos que disimular la voz en tanto decíamos cada quién nuestro parlamento:

YO: Hola jiote.
JIOTE: Hola jiotudo.
YO: Cómo estás jiote, y qué milagro verte por… (ah, dije que la parte del cuerpo no la iba a mencionar por respeto a…) habrá que ver.
JIOTE: Po´s aquí no más. Pasándola. Un poco defenestrado. Pero… chido one tu iu. Y tú, qué onda.
(Transición. Todo este diálogo con voz fingida).
YO: Pues aquí. Viéndote crecer mano, ayer no estabas… (interrumpiendo).
JIOTE: Claro que sí. Pero obvio no te diste cuenta.
YO: Oye, pero guapo te ves.
JIOTE: Hay no más pa´l gasto, papá.
YO: ¿Oye?
JIOTE: Qué pasión te domina, mi rey.
YO: Nada. Eres mi héroe, papá. Eres el héroe de esta película.
JIOTE: Yo lo sé, yo lo sé…
YO: Oye, ya le voy a caer. Nos vemos mañana tempranito.
JIOTE: Sirol vato loco forever.
(Y me quedé dormido).
Al otro día, el trajín diario de mi vida me hizo olvidarme por completo del jiote que había aparecido muy cerca de… (ah, dije que la parte del cuerpo no la iba a mencionar por respeto a…)habrá que ver. Mientras me duchaba y tallaba con fruición la zona. El jabón y el agua fueron acabando con la vida de mi amigo el jiote. Salí volando. Siempre voy que llego tarde a todos lados. Me fui.
En el trabajo, un exceso de comezón, que primero no le di importancia y después tampoco me distraía de mis labores de editorazo en jefe (de quién sabe qué tribu). Total. Las cosas en la oficina pasaron sin mucho sobre salto. Eso sí. Las zonas de comezón empezaban poco a poco a irritarse. Supuse que con una puesta de crema Lubriderm todo estaría bien, y eso hice. Me dirigí a la farmacia más cercana para hacer efectivo el pensamiento.
Minutos después y cuarenta y cinco pesos menos llegué a mi casa y tras desnudarme, noté que la mancha se había expandido a lo largo y ancho del cuerpo (he ahí el por qué el mote de mancha voraz). En cuanto me apliqué la primera capa de crema escuché una voz que decía: Todos flotan. Todos flotan. Soy tu peor pesadilla.
Entonces comprendí que al día siguiente, urgía que viera a un dermatólogo.

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