Thursday, October 29, 2009

Las enormes y poco amigables librerías




Las enormes y poco amigables librerías

Alberto Llanes

No cabe duda que el hombre no está conforme, nunca, con lo que tiene. Y cuando consigue algo que parecía complicado, resulta que siempre quiere más. Hace poco, en un Cronicario, mencionaba que en Colima es casi imposible conseguir libros interesantes. Así es, lo digo y lo sostengo.

En Colima es una verdadera hazaña me atrevería a decir, una misión imposible, conseguir un libro de un autor complicado, a complicado me refiero: Macedonio Fernández, Luis Britto García, Luis Miguel Salazar, Lazlo Moussong, Dino Buzatti, Amos Oz, Juan Manuel de Prada, en fin, la lista es interminable. A veces, incluso, conseguir a alguien un tanto cuanto más conocido, es una tarea titánica. Por ejemplo, yo he estado esperando la compilación de cuentos de Julio Cortázar, Cuentos completos, editado por Alfaguara en dos tomos, y es apenas, en estos días, cuando por fin los puedo hallar en la librería del centro (ya todos sabemos a cuál me refiero, no hay que pensarle mucho), y eso que esa edición la llevo buscando, desde que apareció por primera vez allá por el año de 1996, cuando aún un incipiente alumno de bachillerato del Cedart Juan Rulfo .

Recuerdo que por esas fechas, el dinero, si es que llegaba a encontrar esa edición a la venta, no me alcazaba para adquirir dicho ejemplar. Trabajando de limpia-pisos, en una tienda departamental, con un sueldo de cuatro pesos por hora, era imposible pensar en esa edición. Y lo malo es que no me gustan los libros prestados, porque a mí me gusta leer y releer, subrayar, regresarme, oler el libro, llevarlo de un lado a otro, hacer anotaciones y últimamente, correcciones. Así que, apenas estoy consiguiendo esos libros, donde el gran Julio Cortázar tiene reunida su obra completa.

Bueno, menciono esto, porque hace poco fui a la ciudad de Guadalajara, el tiempo no me alcanzó y las actividades a las que fui no me permitieron darme una vuelta por la librería Gandhi, pero sí pude estar en la Gonvil, sí, en la Plaza del Sol. Voy a decir, aquí, lo impersonal que es estar en una librería de ese tipo.

Uno) De entrada, no encontré, al igual que en Colima, ningún libro ni de Lazlo Moussong, ni de Luis Bitto García, sí uno de Dino Buzatti, y tampoco ninguno de Cortázar (que viene a hallar justo en Educal Colima, vaya contrariedad).

Dos) A la entrada de la tienda, que es bastante grande (pero no tanto), tienen expuestos a los que venden más, no así los que escriben mejor. Así que para buscar un libro en toda esa macro-venta, es casi imposible, se debe ir con bastante tiempo y no desesperarse. Obvio los que están a la entrada son los de la escritora de moda: Stephenie Meyer, Bah.

Tres) Aquí no tienes chance de sentarte a disfrutar de las primeras páginas de tu libro favorito, menos aún, una salita (como sí la hay en Educal Colima), donde puedes tranquilamente leer, ver u oír lo que quieras. Además, el exceso de gente, el ruido, el ir y venir de vendedores-compradores etc., no te dejaría concentrar, como sí lo puedes hacer en Educal Colima, por ejemplo.

Cuatro) El librero, en este caso un tipo uniformado con playera azul y pantalón negro, no sabe absolutamente nada de lo que estás buscando o preguntando. Todo se lo da una poderosa máquina (computadora), conectada a una poderosa red de librerías Gonvil, y a veces ni así atina a decirte si tiene o no en existencia el libro que desde 1996, cuando apenas eras un incipiente alumno de educación bachiller, andabas buscando. Ah, tampoco estaba el 2666 de Roberto Bolaño.

Y Cinco) Resulta que ni el propio equipo de ventas sabe bien a bien su chamba. Resulta que esta vez que fui, el grupo editorial Santillana (y cualquiera de sus filiales, entiéndase: Alfaguara, Alfaguara infantil, Punto de lectura y toooooodo el grupo Santillana), tenían la promoción de que al llevarte dos ejemplares de la misma editorial o grupo editorial, en este caso Santillana, repito, porque el dependiente no daba una, te daban de regalo un libro más a escoger: Caleidoscopio: Reflejo de palabras, que contó con la donación de cuentos de: Carlos Fuentes, José Agustín, Guadalupe Loaeza (el prietito en el arroz), Paco Ignacio Taibo II, Ángeles Mastreta (otro prietito), David Martín del Campo, Mónica Lavín (que ni fu ni fa), Xavier Velasco, Pedro Ángel Palou e Ignacio Padilla; el otro libro era de no ficción: Caleidoscopio: Ser, conciencia, iluminación. El reencuentro con tu esencia; y contaba con la tediosa colaboración de: J. J. Benítez, Fernanda Familiar (mira no más, mientras no salga con lo de Mamás de teta grande, obvio, prietazo en el arroz), Raquel Levistein, Luis Oscoy, Mariano Osorio (¡puf!, patético) y Miguel Ruiz.

Así que, atina por cuál me incliné.

Lo peor del caso es que el paquetero fue el que me informó de ese regalo. Ya ni la chingan. Así que, aunque no halle nada interesante en las librerías de Colima (a veces buscándole sí), prefiero la tranquilidad de este bello lugar. Porque uno va a Guadalajara o a otros lugares, a comprar lo que se supone no hay aquí, y resulta que en la Gonvil, los autores que buscaba tampoco estaban disponibles. Entonces mejor, para qué moverle.

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