Friday, June 13, 2008

Fingidor

Subimos a continuación una colaboración del amigo Jorge Vega, publicada en el suplemento cultural del Ecos de la Costa: AltaMar.



SEXTANTE
FINGIDOR
Jorge Vega
Jaime Velasco, como uno de los heterónimos del poeta lusitano Fernando Pessoa, narró
en el escenario del teatro Hidalgo, este miércoles por la noche, su vida, la de su creador y la de todos los creadores verdaderos y anónimos del mundo y de Colima. El monólogo, que se llama Vengando a Pessoa, fue escrito por el novelista y poeta César Anguiano y es actuado con una tremenda honestidad por Jaime Velasco. Es un proyecto apoyado por la Secretaría de Cultura de Colima, en el que intervienen más de diez personas y que aún tiene más presentaciones por delante.
Fernando Pessoa, un hombre que sólo vivió 47 años, que no fue conocido por su obra mientras vivió, que jamás tuvo casa propia, novia conocida, que trabajó siempre como oficinista, y que en la actualidad es de los autores más vendidos en el mundo, fue un artista que logró entender y transmitir, como muy pocos, la soledad humana, la extrañeza de vivir y el absurdo de la existencia.
Tomando esos elementos, y tras un viaje profundo por la obra de Pessoa, César Anguiano redactó un texto donde articula la historia del máximo poeta portugués con la vida de los escritores colimenses y del país que aún respiran y que hablan desde su propia voz, aunque vivan en la pobreza. Además, el monólogo les sirve a sus
creadores para criticar situaciones de nuestra sociedad que les parecen absurdas, ofensivas y crueles, como la necesidad que tienen algunos profesores y gobernantes de callar a quienes cuestionan siempre las figuras y pensamientos de autoridad,
o la decisión que toman muchos de vivir como mulas de carga, yendo de la casa al trabajo y de allí a la casa, sin decidirse jamás a ser hombres o mujeres con gravedad propia.
Se llama Vengando a Pessoa porque en vez de poner a Jaime a recitar poemas bonitos, su autor habla de la vida difícil que llevó este gran poeta, de la vida dura que llevan los ceros-a-laizquierda que se dedican al arte y de lo fácil que nos engañamos todos para callar, para decir que todo marcha bien, que nuestra vida es perfecta y que aquí no ha pasado nada. Más que convertir la obra en un recital de poesía para no despertar a nadie, el autor quiso que el público tragara prosa,
que tragara realidad.
La obra combina el texto de César Anguiano con fragmentos en off tomados del Libro del desasosiego y de diferentes poemarios de Pessoa. Jaime Velasco, quien seleccionó los poemas, muestra su don para la actuación cambiando de un universo al otro sin perder la credibilidad. De ser durante un momento el Pessoa que recorre una buhardilla pobre, con el cigarrillo en la boca y una copa de licor en la mano, se convierte en seguida, ante la vista de todos, en él mismo, en un Jaime Velasco que narra su propia historia, sus accesos de locura, los más de treinta años que ha dedicado a la actuación y su escandalosa falta de dinero.
Aunque hubo momentos en los que pareció olvidar el texto, Jaime Velasco es capaz de llenar con su sola presencia todo un escenario como el del Hidalgo. Maneja, además, el lenguaje simbólico de la escena con naturalidad y frescura. Traza dos grandes escenarios, dos universos, uno actual y otro ubicado en la Lisboa de principios
del siglo veinte, que cruza al final para salir disparado hacia otros territorios portando un paraguas blanco.
La obra se apoyó en la escenografía de Alfredo Medina, la música de Miguel Ángel Cuervo y en la iluminación de Luis Enrique Jiménez. Este monólogo muestra cómo es posible dar el salto al vacío, dejar atrás los modelos de escritura exitosos o de moda, y comenzar a escribir textos verdaderos. En el monólogo es posible sentir,
gracias a la fuerza de César y Jaime, cómo palpita (tibio y un poco tímido aún), el corazón de Colima, el alma de nuestra ciudad, de la gente que ha nacido o que vive aquí. Tal vez por eso los asistentes sonrieron con las claves locales y algunos
hasta dejaron escapar algunas lágrimas.
Sí, al monólogo le faltan algunos ajustes,correrlo varias veces, pero ya muestra (y esto tal vez no lo entienda nadie, sólo unos pocos, quienes ahora escriben) que sí es posible crear, a partir de nuestras debilidades, de nuestras miserias, de nuestro provincianismo y falta de fe, universos capaces de dialogar en igualdad de ondiciones
con las grandes creaciones de la humanidad.
Digo esto porque se trata de una obra escrita por un colimense y actuada por otro, que aborda problemas universales con honestidad, y no sólo es
un trabajo "colorido" y "folclórico" para los extranjeros, para el turismo, un trabajo "experimental", ni la puesta en escena de obras y musicales extranjeros (en inglés, of course).
La obra, que puede ser considerada como una tragicomedia, termina en ritmo ascendente con el hermoso poema de Pessoa titulado "Autopsicografía":

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que en verdad siente.
Y los que leen lo que escribe
del dolor leído sienten,
no los dolores que él tuvo
sino el que ellos no tienen.
Y así en los raíles gira
divirtiendo a la razón
ese trenecito de cuerda
que se llama corazón.

Se escucha a lo lejos un tren, que se acerca. Pessoa abre la ventana de su cuarto y salta al vacío con un paraguas blanco, hacia la muerte por cirrosis o hacia esos otros mundos que llegó a construir mientras tuvo vida, y que palpitan con fuerza cada vez que un lector abre uno de los libros escritos por sus múltiples heterónimos (no pseudónimos, sino poetas con su propia biografía y filosofía), entre los que destacan Bernardo Soares, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis y ahora Jaime Velasco.
La obra fue estrenada el miércoles 11 de junio, con una función extra el jueves 12, en el teatro Hidalgo de esta ciudad. Un día después, el viernes 13, Pessoa cumpliría 120 años de vida.

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