Thursday, July 26, 2007

Un rincón cerca del cielo (Crónicas defenestrantes)

Un rincón cerca del cielo
(Crónicas defenestrantes)


Alberto Llanes


Antes de aclarar el por qué soy un asesino, voy a contar un hecho que me parece importante.
Martes: cuatro de la tarde. Personas: Carlos Ramírez y Alberto Llanes. Lugar: Centro de Readaptación Social de Colima. Hecho: ir a dar un taller de literatura a los interesados.
Pues sí. Ahí vamos Carlos y yo. Semanas atrás me había dicho que si quería hacerme cargo de ese taller porque él ya no podría. Acepté sin chistar. Siempre es emocionante aceptar cosas nuevas, emprender retos nuevos. Me dijo que las personas que están ahí, es cierto, necesitan que alguien se interese por sus labores. Ha de ser muy perra la vida ahí dentro, como dijo en un texto un señor (prometo recordar en otro post sus nombres). Entonces, uno les lleva un poco de felicidad, me comentó Carlos. Y es cierto, uno les lleva un poco de felicidad.
Uno siempre se imagina cosas antes de ver cómo son en realidad. Una vez que pasamos por puertas y puertas y puertas, que nos esculcaron y preguntaron nuestros nombres por ene vez, recorrimos un pasillo al aire libre cercado por malla ciclónica. Llegamos a lo que hace de centro, una plazoleta donde todos se congregan a platicar, jugar, comprar cosas (porque eso sí, se vende de todo, hasta a un paletero me encontré). Total.
Seguimos caminando. Uno siente miradas extrañas, penetrantes cuando camina por esos pasillos. Quiero pensar que Carlos sintió lo mismo la primera vez que puso el pie ahí. Yo iba sumamente nervioso. Y más nervioso me había puesto todo el trámite para entrar. Que registrarse en un folio. Que dejar las llaves en paquetería. Que el de la foto y yo no nos parecemos. Que las firmas de Carlitos no son iguales. Que esto. Que lo otro. Que qué pasó con mi greña y un largo etcétera más.
Al pasar por todo esto viene lo mero bueno. Enfrentarse con las personas que están ahí dentro purgando condena. Entonces te topas a los tatuados. A los que tienen cara de pocos amigos. A los fortachones. A los de bigote pronunciado. Que se te quedan viendo como si fueras nuevo en esa crujía. Pero no, uno nada más va de paso. Entonces yo clavé la mirada en el piso y caminé… y nada más caminé…
Llegamos pues a lo que hace de escuela. El programa dentro del Cereso se llama “Auto-ayuda”. Ahí es donde Carlitos… y ahora yo… vamos a dar el curso. Carlos me ha dicho que su grupo empezó siendo de veintidós personas. Yo nada más conté diez en esa ocasión. Cuando estaba pasando lista se me ocurrió una broma, pero nada más la pensé, no la dije. La broma consistía en que nombraba a alguien que se supone estaba en el curso y al no obtener respuesta se me ocurrió (pensar-decir)… no vino (como en la escuela)… pero cómo no va a ir si no puede salir de ahí el interfecto. Pero como lo he dicho, nada más lo pensé.
El caso es que los motivos por los que el grupo ha ido para abajo son variados: dos han salido en libertad, otros dos fueron cambiados (a dónde no lo sé), otros dos se enfadaron del curso y a otros los trasladaron a otro lugar (tampoco sé a dónde). El caso es que quedan diez. Diez personas que me parecieron sumamente interesantes. Diez personas que quién sabe qué hayan hecho para estar ahí. Diez personas que en sus textos se nota la urgencia de vivir, de salir, de volver a respirar el aire sin necesidad de estar detrás de una reja. Diez personas por las que tengo que pensar para llevarles un poco, aunque sea un poco de distracción de ese encierro en el que viven.
El respeto que le tienen al maestro Carlos (como le dicen a Carlitos), es impresionante. En cuanto me presentó como el nuevo titular de la materia noté inmediatamente un dejo de tristeza. Incluso don Mario (me acuerdo del nombre porque fue el más participativo), llegó a pensar que el curso se iba a terminar. No -dijo Carlos-, nada más que mi compañero Beto se va a ser ahora cargo de él. Ah, -fue todo lo que comentó-.
Para ir conociéndolos un poco más, Carlos me pidió que hiciera una dinámica mientras él revisaba una serie de textos que ellos mismos escriben. Total. Les di una frase genial (la frase no es mía, se la pedí prestada a Dolores Castro y lo comenté ahí mismo), y les dije que con esa frase (inicio de algo), continuaran haciendo una historia breve en prosa poética. El resultado fue sorprendente. Nos reímos un montón por las soluciones que cada quien le daba a esa frase. El ingenio es maravilloso cuando se comparte.
Mientras estaba ahí. Me olvidé por completo de los problemas que me están aquejando en los últimos días. También, mientras estaba ahí, me olvidé por completo de que las clases las estábamos impartiendo en el CERESO. De todo se olvida uno mientras tanto.
Seguimos platicando muy a gusto sobre literatura, ángeles, viajes estelares. Carlitos les dijo que el lenguaje es un ente vivo. Yo les platiqué de una literatura nueva interesante que está haciendo Ruy Xoconostle, entre otros, o Luis Humberto Crosthwaite y varios más. Se interesaron por ese rollo entre spanglish y literatura molotov. Les aseguré que nos íbamos a divertir horrores como con el ejercicio de la frase, y los noté animados. Les comenté que, aunque no soy experto, podemos ver poesía también, y crónica y cuento y novela y ensayo y todo lo que podamos ver, porque esa gente se lo merece y porque, a decir de Carlitos, hay personas que nunca fallan a ese taller. A ver cómo me va en esta nueva aventura... esperemos que bien.

2 comments:

Jaime said...

awas weyón no te vayan a dejar adentro, saludos a los compas del pueblo

deivid said...

vergas, pinche jaimico, le pones la risa a mis putos dias putos dias putos. bristy, me conmovio el post. chido por todos. literatura molotov. ja, no suena mal... molotov. jajajaja!

un abrazo grandote, como les gustan

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