En palabras Llanes
Es jueves 10 de febrero de 2022. La
noche de anoche fue particularmente tétrica; en la calle sirenas, coches a alta
velocidad, perros aullando, pasos de gente que corre, mucho ruido, cualquier sonido
del exterior de la casa hacía que mi mujer y yo nos volteáramos a ver
aterrados, abriendo grandemente los ojos y con una expresión intranquila, de
asombro, de espanto. Los días se han superpuesto así, violentos, donde los
hechos que involucran sangre parecen ser del diario.
Hay
fechas impostergables y hoy jueves fue una de ellas. Salí a la calle con todo
el temor del mundo, observando (que no viendo) para todos lados. Con el valor
bien adentro caminé del bachillerato número cuatro a la Maclovio Herrera; el
recorrido lo hice en diez minutos, quince cuando mucho. En los ojos de los
colimenses se notaba incertidumbre, desazón; en tres días sumamente violentos,
la autoridad del estado no se ha pronunciado para nada. El silencio nos carcome
las entrañas y también interpreta algo, mucho. El que calla otorga. La
comunidad no sabe qué hacer, qué no hacer. Volteaba a ver a todos y todos me
volteaban a ver a mí, con desconcierto.
Las
clases en diversas escuelas se han cancelado a consecuencia de los actos
delictivos. Regresamos otra vez a virtuales cuando estábamos, apenas,
agarrándole el gusto a retomar a las actividades presenciales escolares, luego
de casi dos años de estar en confinamiento. Cuando no es por la contingencia
sanitaria es por violencia que tenemos que resguardarnos en la casa; en días de
pandemia nos dijeron que eran sólo cuarenta días, y ya vamos a ajustar dos años
y la pandemia aún no se ha terminado, sin embargo ya estamos de regreso en las
aulas; en el caso de la violencia no se sabe cuántos días estaremos en
resguardo, las autoridades hablan de cancelar actividades escolares, por lo
pronto, jueves y viernes para retomar el lunes venidero, lunes 14 de febrero que
es día del amor y la amistad y lo que menos tenemos o lo que menos se ve en la
sociedad colimense es justo esto, amor y amistad.
Me
topé, en mi recorrido, con muchos negocios cerrados. Pensé de nuevo que la
economía se verá afectada sobremanera, no terminamos de reponernos de esto y no
es cierto que veníamos bien y llegó la pandemia como dijo AMLO. La actividad en
la calle no es la de un jueves por la mañana, donde algunos van a la escuela,
otros al trabajo, los demás a sus negocios y otros a vivir la vida. El más ateo
se persigna ante cualquier imagen religiosa a su paso; me di cuenta de ello al andar
por el centro de la villa y ver gente fuera de la catedral (San Francisco) rezando,
persignándose, persignando a sus hijos pequeños, lo noté también en la iglesia
de San Francisco de Asís, gente viendo para la iglesia, orando, elevando una
plegaria, totalmente desconcertados. Dicen que pensar en el color rosa mientras
oramos, calma un poco el alma, no lo sé de cierto…
El
corazón me da vuelcos y camino a paso mega veloz, más de lo acostumbrado, tengo
que llegar a mi casa; hay mucha confusión en maestros, alumnado, en la gente y
tengo que orientarlos aunque yo mismo esté desorientado o sin comprender todo
esto, no salimos de una y estamos inmersos en otra.
Puedo ver que
algunos son ateos por la mirada, esa mirada que es la ventana al alma y que
dice muchas cosas aún con el cubrebocas puesto. Sin embargo, la mirada de
nuestra gente es diferente, los que llevan el rostro descubierto se ven
desconcertados, quienes usan cubrebocas se les nota el terror en los ojos; al
pasar junto a ellos se hacen a un lado, como si yo fuera el delincuente, no voy
en mi mejor gala, debo decirlo también, llevo ropa deportiva para poder caminar
velozmente, yo tampoco confío en nadie, nadie confía, en realidad, en nadie y
estamos en esta misma tierra, tierra de nadie.
De cualquier
manera, la gente tiene que salir a buscar el sustento de sus familiares,
vendedores ambulantes que caminan con zozobra, analizando a cada persona que
pasa junto a ellos. Es una mañana extraña, diferente, que yo recuerde es la
primera vez, por lo menos la primera vez en muchos años, que se cancelan actividades
escolares debido a la delincuencia. El gobierno sigue haciendo mutis y yo me
pregunto ¿Para eso querían llevar las riendas del estado?
A veces dan
ganas de no tener ninguna red social, mucho menos teléfono celular, para no
vivir al tanto de estos bombardeos noticiosos que nos ponen mal, siento que el
estómago no da para tanto y que la vida, antes de estos aparatos era feliz.
Seguimos sin saber qué hacer, ni para dónde hacernos, el silencio también
comunica y, en este caso, desconcierta y, dijera el poeta…y costras de
silencio, asfixian, matan, resucitan… aunque esto último vemos que siempre no.
¿Será cierto que tenemos el gobierno que nos merecemos? Quiero creer que no…
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