Thursday, August 16, 2007

El deporte y yo, poco compatibles (Crónicas defenestrantes)

El deporte y yo, poco compatibles
(Crónicas defenestrantes)


Alberto Llanes


Es jueves. Han pasado (si no me salen mal las cuentas) cinco días desde aquel sábado mañanero en que hice algo que no suelo hacer frecuentemente. Resulta que le fui a hacer un poco al Romualdinho. Mi amigo carlangas ramírez me ha insistido-invitado, en varias ocasiones a jugar futbol. Yo por angas o mangas siempre me resisto. Y es que el poder de la cerveza es más fuerte que un balón. Si no, ahí está el diablo que no me dejará mentir. El caso es que fui. En un principio creí conveniente estar sentado (ahora sí que como el chino) no más milando. Pero resulta que ¡oh!, al parecer los dioses Juno, Júpiter y Minerva, no estaban tan de mi lado esa mañana, porque en cuanto llegamos, la escuadra, la de nosotros, la de la facultad de letras y comunicación estaba mermada en su totalidad. Y es que pareciera que los legionarios de la treceava hubieran tenido una rudísma (de siete suelas y gran turismo) batalla contra quién sabe qué poderosa legión, y esa mañana, calurosísima del mes de hongosto, los, digámoslo así, titulares de la escuadra azzurri (para seguir italianamente ad hoc) no se presentaron al tremendísimo juego de preparación, contra la poderosísima escuadra azul-blanco de difusión cultural. Viendo entonces la situación, carlitos me volvió a hacer extensiva la invitación para jugar. ¿Hace cuánto, no pasa nada si le ponemos cuantísimo Llanes, que no juegas futbol, menos en una canchota tan verde y tan grande como la que estaba frente a mis narices?, la respuesta es sencilla: anales. Yo, debo decirlo, no iba en condiciones de jugar; es decir, no iba crudo, ni pedo, ni desvelado, ni nada de eso que me sale tan bien, pero mi condición física, aunque de pronto juego fonchón, no es muy, lo que digamos muy muy buena. Pero cómo dejar así a la treceava, haber, cómo. En tanto todos se cambiaban de ropaje, yo me preparé haciendo ejercicios de calistenia (no muchos por aquello de las reumas) y en un dos por tres estaba listo para entrar a la cancha como todo un legionario (toga en mano). Debo decir, también, que mis ropajes para jugar no eran los mejores, ni los más parecidos a los de la escuadra a la que me disponía defender. Prácticamente jugué con la misma ropa que llevaba en ese instante puesta. Short Wilson gris tirándole a un tono raro. Playera azul tirándole a gris. Tenis Vans blancos también tirándole a gris. Pañuelo (en la cabeza) blanco tirándole a azul y también a gris. Y unos mendigos calcetines que más bien parecía que no llevaba nada, y que yo he bautizado con el mote de los de Robin, blancos, también tirándole a gris. Bueno, parecía más jugador del otro equipo que de los míos, ellos, mi escuadra, llevaban un chillante y horrendo (hay disculparán) tono amarillo, que me recordaba a las águilas del América, escuadra no tan querida, pero bueno, qué se le iba a hacer, hay que estar con la legión. Zapatillas de tachones no llevaba. Espinilleras tampoco. Número en la espalda menos. En fin, nada del bendito equipo. No iban ni cinco minutos de partido cuando ya andaba aventando el bofe (órgano que aún no sé para qué sirve), y todo lo humanamente posible por aventar. Mi ridícula posición fue la de delantero. Pero no, creo que esa posición no es la mía. Lo que es lo mío lo mío lo mío es estar atrás (puerconamente también). Recuerdo, en una ocasión, de morrito, que mi Director Técnico (cuando me torturaba jugando futbol), me dijo que lo mío era defender. No sé entonces que empeño el mío de estar adelante. Total. El partido acabó como tenía que acabar. Con el Llanes en banca y jalando aigre por todos los poros de la piel y la nariz y los codos y la boca y por donde se pudiera. Por más que corrí y corrí no logré colar un balón al fondo de la red. En la segunda parte jugué de medio de contención (qué chingaos es eso, quién sabe, pero suena bien). Y ahí estaba yo, corre y corre tras un balón de cuero muerto. Qué defiende ahí. Que párate acá. Que no dejes que pase. Que parado parado. Que esto. Que lo otro. Y yo no creo haber dado una. Eso sí, la divertida no nos la quita nadie. La escuadra azul anotó seis pepinos. Nosotros, con jugadores que iban desde los doce años hasta los cincuenta y poco más, sólo anotamos uno. La goliza fue inminente. El equipo estaba mermado. Y por más refuerzos y por más fuerzas básicas a que recurrimos, no logramos sacar al buey de la barranca. Si esto fuera profesional, es decir, si hubiera sido un partido de la primera división, de plano cumpliríamos con varios requisitos, pero también, seríamos el gran ridículo, y yo, en especial con esa ropa. No sé si vuelva a jugar otra vez. Creo que es más efectivo ver los partidos por la televisión, aunque tampoco es mi gran gran pasión (quizá alguna vez lo fue). Pero aunque juegue remal, defenderé, aunque no me gusten, esos colores chillantes de la facultad de letras… mi sagrada legión…

Lucius Vorenus y Tito Pullo
Legionarios de la treceava.

2 comments:

Tewé Nesérame said...

jajajajajajajajaja qué divertido hubiera sido verte... yo alguna vez traté de jugar "rápido" y también quedé que me moría, aparte de que ni siquiera sabía qué chingados era "la banda" y todos me decían que corriera por ahí, salí más regañada que victoriosa y más medio muerta que medio viva. No lo vuelvo a hacer... cada quien a lo que sabe

deivid said...

Pinche Bristylindro, abuelito, en una de esas ahí vas a quedar... jajaja! lo tuyo lo tuyo lo tuyo la neta? es el cocol.

ah pero las gloriosas glorias de las cobrisimas cobras loquisimas locas, ash!, ni quien las niegue.

Papá, ya fui a firmar mi sentencia y condena: me meti al gym pa bajar la panzota y ahí si, deja que regrese y me voy a poner macizo en el fronchon puercochon, mi reyes de la colina, prestan atención, aush!

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

 En palabras Llanes     I Una vez más México hace historia; otro 19 de septiembre que « retiembla en su centro la tierra al sonoro...