Tuesday, March 10, 2009

Rosita, la dulce Rosita




Rosita, la dulce Rosita


Rosy Pereyra no era puta. Me cae. Se volvió. Llegó bien modosita a la tienda departamental a pedir trabajo un día del mes de marzo. Quince añitos y toda la vida por delante. Y por detrás también. Tampoco Rosy Pereyra fue siempre gerente. No. Poco a poco fue subiendo. Pero llegó bien modosita a pedir el trabajo, quien la hubiera visto. A los quince años no se sabe mucho de la vida. Tampoco se saben hacer muchas cosas. Me cae. Pero se pueden aprender. Y Rosy las aprendió desde muy chica y de qué forma.
Rosy llegó con su foldercito amarillo-huevo por la puerta trasera de la tienda de prestigio. Iba a pedir trabajo. La hicieron esperar unos minutos mientras el jefe del departamento de “Recursos humanos”, don Juan José Vaca del Toro y Pulido se desocupaba. Rosy se sentó a esperar. Luego se sentaría para otras cosas. Me cae. Pero esa vez nada más se sentó a esperar.
Rosy sacó su solicitud de empleo. La revisó. En el apartado que dice: “EXPERIENCIA LABORAL”, Rosy Pereyra no puso nada. No tenía experiencia en nada. A los quince años qué se puede saber de la vida. Rosy no sabía hacer nada, porque en el apartado que dice: “NIVEL DE ESTUDIOS” Rosy Pereyra dudó. Pero al final se decidió a poner que había estudiado hasta “PRIMERO DE SECUNDARIA”, para darle más caché a la solicitud. Nada más para eso. Me cae.
La verdad era que la pinche Rosy Pereyra ni siquiera terminó la primaria. Tuvo que ir a pedir trabajo porque la situación en su casa, era insostenible. Pero cuando llegó a pedir el empleo en el prestigiado almacén, su solicitud no sirvió de nada. El jefe del departamento de “Recursos humanos”, le dijo que tenía que llenar una nueva solicitud que la tienda le iba a proporcionar. La hizo pasar entonces a su privado, y comenzó la entrevista.
Juan José le extendió una nueva solicitud sin llenar, blanquísima y no amarilla como la que llevaba. Cuando vio que Rosy escribía su propio nombre con una falta de ortografía, Juan José Vaca del Toro le dijo: “Sin poner mentiras en ningún apartado, ¡Eh!” y le lanzó una mirada, que por fuerte, puso a temblar las manos sudorosas de la pequeña Rosy, ya de por sí, nerviosa, y la obligaba a escribir con la purita verdá. Me cae. Rosy se puso más nerviosa.
En los apartados que no llenó en la solicitud anterior, en ésta los volvió a dejar en blanco. Pero esta vez, en la parte dedicada para saber el nivel de estudios Rosy puso la verdad. Escribió que ni siquiera había concluido completo el curso de primaria. Y que le urgía la chamba (esto no lo apuntó, se lo dijo con la voz quebrada al jefe). Agregó que su mamá ocupaba medicinas caras porque estaba enferma de no sabía qué, pero que las medicinas eran caras. Que no sabía nada del paradero de su papá, que se había ido a trabajar desde hacía varios años para el otro lado. Y que su hermanito ni siquiera sabía lo que era tomarse un vaso de leche por las mañanas. Me cae.
El jefe del departamento le empezó a poner peros. Que estaba muy chica. Que no tenía nadita de experiencia. Que no tenía estudios. Que no sabía hacer nada. Que ni siquiera leía de corridito. Y otros más. Me cae. Pero don Juan José Vaca del Toro, era una almita de Dios y le dijo que tenía algo que le podía dar para conseguir el empleo. Rosita le dijo que haría lo que quisiera, pero que le diera el trabajo porque le urgía llevar algunos pesos a su casa. Él dijo que si no decía nada y si hacía lo que él quisiera la podía ayudar. Rosita desesperada dijo que sí con la cabeza como presintiendo. Don Juan José le dijo que era muy guapa, muy chamaca, pero muy guapa, y que si le daba una mamadita podía mover sus influencias para darle el trabajo. Rosy ni siquiera sabía lo que era dar una mamada, ya no digamos buena. Me cae.
Cuando el almita de Dios de don Juan José, le explicó a Rosy lo que era dar una mamada. Rosy peló los ojos. Luego pelaría otras cosas. Me cae. Pero por lo pronto, peló los ojos. De otros trabajos la habían corrido por circunstancias similares. Es decir. Ser joven. Sin estudios. Sin experiencia, etc. Así que Rosy Pereyra se puso de rodillas, y pensando en la felicidad que le iba a dar a su mamacita cuando supiera que su hijita más grande, la que estaba al frente de todos consiguió el empleo, se puso a chuparle la verga a Juan José Vaca del Toro, hasta que un líquido blanquecino le llenó la cara y le corría por todos lados. Blanco, espeso, caliente. Me cae.
Así fue como Rosy Pereyra obtuvo su primer empleo en el área de limpieza. “Ya irás subiendo de puesto según tus aptitudes y actitudes, muchacha”, le dijo don Juan José. “Que te den tu uniforme y empiezas mañana”, agregó frotándose las manos. Luego se frotaría otras cosas, pero en ese instante sólo fueron las manos. Y Rosy Pereyra, cada quince días, como pago, recibía el esperma blanco en la cara del jefe de “Recursos”. Y vaya que los tenía, humanos de Juan José Vaca del Toro.
Cada que Rosy quería subir de puesto ya sabía lo que tenía que hacer. Se ponía de rodillas frente a su jefe en turno. Le bajaba el cierre del pantalón. Y henchida del placer de llevar más dinero a su casa se ponía a chupar vergas hasta que el líquido blanquecino le llenaba el rostro, los ojos, los labios, la boca… unas veces más blanco que otras. Unas más abundante. Otras, más espeso o más líquido que de costumbre. Pero no se levantaba hasta que el rostro no le quedara blanco, pegostioso y ya no saliera nada más de su compañero de turno. Me cae.
Rosy fue subiendo de escalafón. Primero, Jefa de Limpieza. Después, Vendedora de Piso. Luego, Jefa de Departamento. Siguió, de Cajera. Después, Jefa de Cajas. Más tarde, Administradora. Después, Supervisora. Hasta que llegó a Sub-Gerente y a Gerente General del prestigiado almacén.
Su trabajo actual, en gerencia, no estaba ligado directamente con el prestigiado departamento de “Recursos humanos”. Sin embargo, obligaba a sus inferiores a que todo hombre que fuera a pedir trabajo, y que cumpliera con ciertas características, lo pasaran a su privado para darle el visto bueno. Me cae. Por algo era la Gerenta y tenía que darle el visto bueno a las personas que iban a trabajar con ella.
Y cuando tenía al hombre en cuestión en frente. Se ponía de rodillas. Le bajaba el cierre del pantalón y comenzaba a hacer lo que aprendió cuando fue a pedir trabajo por primera vez. Y es que a todo se acostumbra uno. Me cae. Y Rosy Pereyra no fue la excepción. Por eso los recursos en esa tienda departamental eran muy humanos. Me cae. Y de mucho prestigio. También me cae.

4 comments:

deivid said...

yo conozco a una rosy pero apellida coral, jajajaja!

Anonymous said...

Ah, yo también la conozco... me hace mi labado bucal con salvas sean las partes... ese cuento está dedicado a Micky e Iñaki, su hermano...

Anonymous said...

Ah, yo también la conozco... me hace mi labado bucal con salvas sean las partes... ese cuento está dedicado a Micky e Iñaki, su hermano...

Jaime said...

hermanitos de leche?
jejejej

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

 En palabras Llanes     I Una vez más México hace historia; otro 19 de septiembre que « retiembla en su centro la tierra al sonoro...