Friday, September 15, 2006

La reverberación del agua

La reverberación del agua


Alberto LLANES


El chopo va volviéndose vapor. Esbelta y con rumores y en forma de veleros. La espuma como tallos va yéndose. Se va. No distingue rostros. Simplemente no vuelve nunca más. Ella y el agua y la sal y el azul del cielo como penachos, cuando arrecia el viento, tienen una única y patética y desafiante y alucinante meta. Simplemente irse. Ir es todo. Y entonces se van yendo. Y todo se va. El lecho se va, los rumores también. Los reflejos. Todo. Todo-todo. Caminan. Andan. Van. Vuelan. No piensan volver. No quieren volver, de hecho no les interesa. Porque ir para atrás es convertirse en estatua de sal. Dicen que un hombre les habló bonito. Un hombre que tenía inyectada la poesía en los laureles de las plumas, en vilo del vuelo. Dicen que les bajó el telón del cielo. El queso que es como luna. Y que les bajó además, cosas como prendas, /dicen/ prendas íntimas /dicen/ y que por íntimas yo, por caballero, no estoy obligado a decir, porque los caballeros no tenemos memoria /dicen/ y yo, ¡oh!, acabo de perder la mía /dicen/. Ellas sólo quieren irse, el chopo también /dicen/, el vapor también /dicen/. A ellas no les interesa otra cosa que huir. Salir. No regresar. Prenderse fuego. No entienden nada de lo que los poetas, como saetas lanzan como olas de sal derramándose, derramadas. Todas se van. Todas se van /dicen/. Tienen miedo /dicen/. No quieren volver /dicen/ y por eso. Como tallos. Como vapor. Como espuma. Como velero. Como rompeolas. Ellas sólo piensan en huir.


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