Café exprés
Me he ausentado del café exprés,
lo sé. Me he ausentado de este espacio que es vínculo con el lector o lectora y
que es importante para el contacto entre ambos (escritor y lector) y que,
aunque digital, a final de cuentas es contacto. Sin embargo, he estado
trabajando en una serie de talleres literarios que me han tenido movido, con la
cabeza ocupada y en contacto con otras personas que tienen un gusto igual al
mío por las letras; estoy yendo de un lugar a otro, preparando el material y
las sesiones; por ejemplo, empecé esta labor en el Colegio Campo Verde donde un
grupo de cinco entusiasmados adolescentes (con quienes comparto además del
gusto por las letras el gusto por la música rock y la locura, quizá también el mismo
sueño de ser escritores); y eso me tiene no ocupado, pero sí entretenido los
lunes y los miércoles por la tarde. No le puedo decir a esta labor que me
tiene ocupado, porque es algo que en verdad disfruto. Verme en los ojos del
otro. Conocer y conocerme a través de esos ojos, de esos corazones, como me vi
alguna vez yo. Además es una oportunidad maravillosa para conocer sus
historias, leerlas, construirlas, saber cómo surgen, verlas crecer y, por qué
no, publicarlas. Los sábados de nueve de la mañana a dos de la tarde tengo un
taller de ortografía y redacción (que he combinado de manera colegiada con lo
que es mi pasión que es, en definitivo, la literatura); allá me esperan cada
fin de semana un grupo de veintiséis personas todas ellas compañeras y compañeros
de trabajo de nuestra hermosa y querida alma
máter que es la Universidad de Colima. No me dedico de manera directa a dar
talleres de ortografía y/o redacción, pero acepté el reto y ha sido
maravilloso, intenso, pero maravilloso. Y sucede exactamente lo mismo, nos
conocemos, nos vemos, compartimos, aunque brevemente, el mismo tiempo y el
mismo espacio, y lo que único que tenemos en esta vida es tiempo, por eso hay
que saberlo invertir y les agradezco enormemente por todo ello. De la misma
manera, los jueves tengo activa mi sala de lectura en el espacio que es ya
conocido por algunos de mis alumnos y exalumnos: el Museo Regional de Historia
de Colima, donde de cuatro y media a las seis… seis y media, se lleva a cabo el
taller dinámico de lectura y escritura creativa, con un grupo de entre ocho y
nueve personas. De aquí salen algunos productos que los chicos y chicas de la
Facultad de Letras y Comunicación trabajan posteriormente en otras clases como:
guionismo, creación en prosa, creación poética y otras afines. Incluso, podría
decir que algunos de estos ejercicios podrían nutrir, en un futuro, el
suplemento Destellos de nuestra querida facultad. El último taller en el que
estoy inmerso es el que arranca el día de hoy jueves 3 de octubre y que durará
hasta el 14 de noviembre. Como todavía no tengo el poder de la omnipresencia
(de la ubicuidad) como dicen que tenía el indio Vicente Alonso, para el taller
del Museo Regional de Historia de Colima donde se encuentra ubicada la sala de
lectura que lleva por título: Un capitán de quince años (en honor al gran
escritor francés Julio Verne), ahí, para ese espacio, he requerido la oportuna
intervención de una alumna de quinto semestre de la carrera de letras
hispanoamericanas: Vanessa López, quien está poniendo en práctica algo de lo
aprendido en clases. Este nuevo taller que arranca el día de hoy se llevará a
cabo en las instalaciones de la FEUC, está abierto para todo tipo de público y
lo que es mejor, conoceré a otro grupo de personas que tenemos los mismos intereses
por leer y por escribir. Y todavía hay quien dice y piensa que estos talleres
no sirven para nada… En fin.
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