Saturday, August 31, 2019

Una alineación no titular o las once leyendas que no


Café exprés



Dice Juan Villoro que en la vida se puede cambiar de todo «religión, creencia y/o afiliación política, sexo, pareja, se puede cambiar de nombre, incluso hasta de género», y agrega el laureado autor de títulos como: Los once de la tribu, Dios es redondo, Balón dividido, La cancha de los deseos y Las golosinas secretas, entre otros muchos más, que de lo único que uno no puede cambiar en la vida es… sí, de equipo de futbol. Ya se viera al verdadero hincha de Ame ahora siendo chiva porque el Horrorible Peralta juega ahora para el rebaño sagrado.
                Sin embargo, le tengo noticias a Juan, que podrían ser muy malas, yo sí pude cambiar de equipo de futbol y él debería de hacer lo mismo, porque eso de irle a los Rayos del Necaxa (hoy terriblemente conocidos como hidro rayos que nada tienen que ver con aquellos rayos de la década de los noventa con Alex Aguinaga, Nicolás Navarro, Efraín Cuchillo Herrera, Sergio El ratón Zárate, Ricardo Peláez, Ivo Bassay, Luis El matador Hernández, Vilches y Becerril etcétera es tan sufrible o más, en estos días, como irle al Atlas o, peor aún, al Frustazul.
                Cambié de equipo por la razonable cuestión de dignidad. Me explico. La dinastía Llanes y familias circunvecinas se caracterizan por tener un gran defecto, bueno, tenemos más y enlisto: ser mamones, tener un carácter irascible en ocasiones, ser a veces insoportables pero nada grave, lo más grave de la dinastía Llanes es irle al detestable Club América. Mi hermano es #Ame de, digámoslo así, hueso azul crema y ni modo, es la familia y la familia es lo único que no se elige en esta vida. Todo lo demás tenemos la opción de elegirlo.  
                Como buena oveja negra de la familia, aquél que estudió letras y cambió de equipo de futbol, como buen ya no sé si buen o mal chilango «porque ahora me siento y soy más o igual colimote que el pozole seco o los sopitos», mi equipo adorado en mi época de niño eran los Coyotes Neza, equipo que yo veía entrenar en el parque de los Coyotes cuando acompañaba a mi tío Ricardo Castillo «sí, como el poeta de Guadalajara» a hacer ejercicio al sitio mencionado. No creo haberlo soñado y si lo soñé, fue un maravilloso sueño, pero eran los Coyotes Neza, mi tío me lo dijo.
                Vivíamos a escasos veinte, treinta minutos del estadio Azteca, mi sueño, como el de todo niño, era ir al estadio a ver a mi equipo favorito, sí, por algunos años le fui al América, cuando no se hacían decir el Ame y eran un América de verdad con: Zelada/Adrián Chávez, Cristóbal Ortega, El capitán furia Alfredo Tena, Naranjo, Farfán, Manzo, Carlos Hermosillo, Eduardo Antonio dos Santos Edú, Aguirre, Brailowsky, Antonio Carlos Santos, Cecilio de los Santos, Zague y las águilas negras Kalusha Bwalya y François Omam-Biyik, posterior vino el defensor del quinto sol Cuauhtémoc Blanco (quizá la última gran figura de los azulcremas). Por aquellos ayeres un América contra Chivas sí era un clásico de verdad, se notaba rivalidad y el ambiente futbolero, ahora son payasadas y que me perdonen los fanáticos de cada uno de los equipos, pero son payasadas.
                A los Coyotes Neza nunca los pude ver en un estadio de futbol, sólo en los entrenamientos cuando íbamos hacer ejercicio mi tío y yo (quizá esto sea sólo una historia borrosa, un sueño, pero yo veía a los Coyotes Neza). Mucho tiempo después y ahora que leí el libro de mi querido amigo Damián coma Marco, rememoré a mis amados Toros Neza.
No sé qué encanto tiene Neza conmigo o yo con él, que el cuadro comandado por Tony El turco Mohamed me atrapó (tan me atrapó que dejé de irle al América); por aquellos años se dio una rivalidad interesante un, podríamos llamarle clásico taurino entre los Toros del Atlético Celaya contra Los Toros Neza, en aquellos ayeres Celaya traía a Butragueño y a Hugo Sánchez (ya en el ocaso de su carrera ambos) Y Neza traía un trabuco con Lussenhoff, Mohamed, Pablo Larios, Memo Vázquez, Javier Saavedra (que bien podría formar parte de la banca de estos jugadores que narra Marco), Humberto Romero Romerito, Germán Arangio, Rodrigo Pony Ruiz y Nielson, luego vendría Vilallonga.
                El problema de todo esto venía cuando se enfrentaban América contra Chivas, el único equipo que detesto es al Rebaño sagrado, ni modo, entonces tenía que irle al América, pero qué bueno que llegó a mi vida el Toros Neza, aunque qué malo, porque en una final las pinches Chivas con Gustavo El gusano Nápoles en la delantera del rebaño, hizo trizas a mis bureles queridos. Para odiar más al chiverio, ni modo. Esa final quedó 6-1, así era con Neza o goleaban o los goleaban.
                No porque esté aquí, ni porque me haya invitado y me sienta comprometido diré lo siguiente pero… disfruté enormemente la lectura del libro de Marco. Cuando me hizo el favor de darle raite al documento a mi oficina y unos gendarmes que en realidad no gendarman nada «como dijera en un poema Juan Gelman» le impidieron el paso; tuve entonces que salir y, como gacela Thompson, más bien y a estas alturas del partido como Mohamón, salí del campus y encontrarme con el preciado tesoro.
                Qué bueno que el documento habla de las no estrellas de los años noventa, la mayoría, porque si el libro fuera de las no estrellas de estos tiempos, la verdad es que no habría sabido de qué escribir y es que, en materia de futbol actualmente me siento descanchado, por decirle de una forma futbolera, estoy totalmente fuera de ritmo y demás, hace tiempo que no veo futbol, lo he cambiado, en realidad siempre lo he cambiado por el futbol americano, pero en aquellos años sí veía un poco más.
                Luego que el legendario Toros Neza desapareciera, y luego de ver a mi héroe, mi ídolo Antonio El turco Mohamed vistiendo la playera del América para algunos partidos amistosos o de torneo, no lo recuerdo bien, tuve que hacerme de otro equipo y, repito, el Estado de México siempre ha estado ahí para salvarme «incluyendo en el futbol americano ya que soy fanático en la Onefa de los Potros salvajes del Estado de México», puse entonces mis ojos en los Diablos rojos del Toluca, ya comandado por el diablo mayor José Saturnino Cardozo. Entonces que me disculpe Juan Villoro, pero sí he cambiado de equipo de futbol, de futbol soccer porque de americano sigo siendo fiel seguidor de los Cowboys aunque mal paguen.
                En el libro vamos a encontrar la vida de once jugadores de futbol que llegaron al máximo circuito que es la liga MX, pero en ocasiones llegar no es todo, lo importante, dice una canción del Tri, no es estar arriba, sino quedarse ahí toda la vida, pero es difícil, difícil poderlo hacer. Hay historias increíbles de personajes que llegaron al máximo circuito siendo rectores cuando tenían 44 años de edad, claro, esto sólo puede pasar en México donde el nepotismo, el favoritismo y las influencias valen más que las ganas y el pundonor.
                Once historias que nos dicen que la vida del futbolista no es todo farándula, show, entretenimiento, Pedro Pineda (a quien prácticamente no recordaba de no haber sido por la lectura de este libro) es un caso de buen futbol que llegó incluso a Europa, pero que ahora trabaja en un tugurio de Neza donde es el rey de la noche. Rudo y cursi, la película protagonizada por Gael García (y su eterno romance con la cámara) y Diego Luna bien podría verse reflejada en cualquiera de estas historias y muchas más que habrá del futbol. Gente que sale del mero barrio, del anonimato, muchos que se quedan en el camino y otros que encuentran un futuro más promisorio.
                Salvador Carmona y Aarón Galindo son un caso extraordinario en el futbol, cuando sus carreras están más en lo alto… un conducta antideportiva (consumo de algunos esteroides y sustancias prohibidas terminaron con sus carreras), sobre todo con Chava Carmona aunque la Federación, siento y leo, tuvo algunas cosas turbias que ver en este caso.
                Veremos la historia de Abdul Thompson el seis noventa que dejó el futbol para hacer radio. La historia trágica de Edgar Arturo García de Dios que terminó su carrera deportiva siendo taxista y posterior terminó hallado muerto con siete impactos de bala. En este listado pudo haber entrado fácilmente la vida de César Andrade quien sufrió en 1999 un trágico accidente que le costó perder la pierda derecha luego de ir a tomar unos tragos con sus amigos… y qué me dicen del caso Cabañas, otra historia que podría ser fácilmente parte del segundo tomo de Los otros once que tampoco. Historias que han quedado truncadas cuando sus protagonistas estaban en el mero centro, en lo más alto de la cúspide.
                Recuerdo, siguiendo con mi fanatismo por el Toros Neza cuando José Ricardo Gama de Oliveira mejor conocido como Bebeto llegó al equipo burel a terminar su brillante carrera futbolística y se fue de ahí a los pocos meses de haber llegado porque en ese poco tiempo, en el barrio bravo de Neza, el astro brasileño sufrió un asalto y por aquellos ayeres hubo un terremoto, Bebeto confesó para ESPN que quedó poquito asustado y se fue de ahí.
                Fue en México donde el reconocido técnico (ahora) y jugador (antes) Josep Guardiola i Sala, mejor conocido como Pep Guardiola que dirigió tremendamente al Barcelona y ahora se haya dirigiendo al Manchester City, decidió para retirarse del futbol como jugador, lo hizo en el ya descendido (otra vez) club deportivo Dorados de Sinaloa, así las cosas y las historias del futbol en nuestro país.
                Los once que no es un libro imperdible para el fanático del deporte, para el futbolero por excelencia, para quien le guste saber de datos y, sobre todo, de datos precisos y extraños y datos que nadie más da. Es un libro que se disfruta de cabo a rabo y que los fanáticos, pero no sólo los fanáticos sino quienes quieren aprender sobre el futbol deben leer y seguro estoy que gozarán como lo he gozado yo.
Y, para finalizar, voy a enumerar a los once futbolistas que forman parte de esta alineación no titular. Yo sólo les conté un par o tres historias y eso sí a grosso modo, debo decir también que el libro tiene un plus, está maravillosamente narrado y nos pinta la época perfectamente cuando nombra en una crónica a Bibi Gaytán, Ricky Martin, Eduardo Capetillo y demás, cuando eran parte de un grupo llamado: Muñecos de papel, de donde nuestra ex primera dama Angélica Rivera era parte. Repito, así las cosas y las historias que al parecer sólo pueden suceder en nuestro país.
                Los enlistados, pues, son: Filiberto Fulgencio (el rey de la cacofonía), Pedro Pineda (no se queda atrás, cacofónico también), Nidelson da Silva Melo (que en México, siempre le cambiaban el nombre porque el orden de los factores no altera el producto), Edgar García de Dios (el chofer acribillado), Roberto Andrade, Raúl Martínez Sambulá (quien ostentó por muchos años en México el gol más largo o de mayor distancia), Alejandro Arredondo (el piojito por su parentesco con el piojo Miguel Herrera que no nombré en la alineación del Neza porque ahora ya me cae como se ve, gordo), Salvador Carmona y Aarón Galindo (los apestados de la federación), Eduardo Cisneros Manrique (mejor conocido por fallar un penal contra el América en aquella final de época América versus Chivas el 10 de junio de 1984, el penal lo para Héctor Miguel Zelada), siguen en la alineación Carlos Alberto Carrillo Higareda (a quien apodaban Pelé) y cierra en la punta, en todo lo alto Abdul La gacela Thompson (que, como lo dije, cambió los tacos por el micrófono).
                Podría decir la posición de cada uno de los jugadores, pero esta presentación se alargaría más de lo que ya se alargó y además, no soy ni el Ojitos meza, ni el Bigotón Lavolpe, mucho menos Tuca Ferreti y ni al caso Tomás Boy o el Rey Midas Víctor Manuel Vucetich que ellos sí tienen madera de ser estrategas, yo, yo no dirijo ni mi propia vida, punto.

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