Friday, March 01, 2019

Café exprés Compartir Interactuar con el otro, con nuestro semejante, con nuestro igual… siempre será una labor inherente al ser humano. Somos entes políticos y sociales. Aristóteles, en un concepto nos define como «zoon politikon» que en su significado literal quiere decir «animal político, animal cívico» porque a diferencia de los animales tenemos la capacidad de relacionarnos políticamente y crear sociedades y organizar la vida en ciudades, en grupos, aunque a veces los animales resulta que nos dan un mejor ejemplo; pero esa es otra historia. Tenemos esta capacidad, sin duda. Somos pues entes políticos y sociales por antonomasia. Oír las ideas, compartirlas y comentarlas nos da la posibilidad de cotejar y aprender de las nuestras para mejorarlas o sentirnos parte de… De nuestra visión o cosmovisión del mundo, además de darnos cuenta de ciertos detalles que no hemos percibidos, compartir historias resulta interesante más allá de la historia misma porque nos da la oportunidad de profundizar y relacionarnos con el otro. Vernos reflejados en los ojos del otro también nos da la posibilidad de cerciorarnos de que estamos hechos de la misma sustancia y de que nos aquejan, a veces y hasta sin quererlo, los mismo problemas o que tenemos los mismos gustos, las mismas inquietudes, las mismas necesidades y que cojeamos del mismo pie, aún si vivimos dos humanos en la antípoda cada uno. El beneficio de leer y compartir lo leído es increíble y va más allá del trato con mi semejante, aunque a veces nuestro mundo sobre tal o cual obra se pueda venir abajo, porque tenemos, indudablemente, puntos de vista diferentes. El proceso lector colectivo crea un lazo afectivo entre los pares y si ese texto mueve emociones la experiencia de lectura compartida será inolvidable, será un momento único, especial e irrepetible. A veces nos falta compartir mucho más con nuestro semejante… el pan, el vino, la charla, una buena comida, sí, somos entes políticos como bien lo dice Aristóteles, pero también nos hemos vuelto muy ensimismados, muy solitarios con tanta tecnología; ya no queremos salir a la calle y todo lo resolvemos o queremos hacerlo así vía redes sociales e internet. Nos estamos volviendo ermitaños viviendo en la ciudad, solitarios en un mundo que avienta personas, millones de personas cada minuto con un alumbramiento nuevo en diferentes partes del mundo. ¿Para qué seguir entonces llenando el mundo de gente si no somos capaces siquiera de compartir un momento de charla, un intercambio de ideas, un breve instante para sentarse a comer? Hay que compartir con nuestro semejante. Seguro estoy que si un profesor, profesora, sea de la materia que sea (física, matemáticas, química y qué mejor si es de lectura o literatura) iniciara su clase compartiendo un poco de lectura con sus alumnos, leyendo en voz alta un fragmento de una novela, un cuento, una minificción, un pequeño poema, una obra de teatro, lo que sea, pero leído en voz alta y para todo el auditorio, a estas alturas no tendríamos que estar preocupados fomentando la lectura y el gusto por las historias y los libros, no, no tendríamos ese problema, amén de ello el gozo de esa clase y la experiencia sacada de ello sería inolvidable y los alumnos hablarían en el futuro de ese maestro o maestra que les cambió la vida porque tuvo el tino de… compartir la lectura.

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