Wednesday, September 03, 2008

Una flor para otra flor

Una flor para otra flor


Alberto Llanes


Me da mucho gusto escribir, para esta edición, un texto introductorio a la obra Flores de sal de la amiga Magda Escareño.
A Magda, como le llamamos quienes la conocemos dentro del ámbito de la cultura, la conocí hace algunos años cuando fui a ver al foro universitario Pablo Silva García, una obra de teatro donde ella era la única actriz (monólogo extenso de una pieza teatral que llamó mucho mi atención porque al parecer no iba para ningún lado pero que al final tenía su razón y que comprendí después, en la tranquilidad de mi casa).
Hasta ese momento yo no sabía nada acerca de Magda, pero poco a poco (como todo lo que se hace en esta vida) la fui conociendo y también a su trabajo.
Yo no sabía que tenía un grupo de teatro que se llamaba o llama Hiperestesia, que era la escritora de varias obras de teatro, que también sabe hacer cuentos y mucho menos, que escribía poesía.
Además de ser una excelente promotora cultural, sobra decirlo. Yo no sabía nada de eso.
Esto de lo que estoy hablando ocurrió hace ya varios años, cuando yo era apenas un incipiente joven Cedart (es decir, estudiante de Bachillerato).
Por eso me da mucho gusto que haya confiado en mí para escribir estas líneas a manera de introducción a su nuevo libro que lleva por título: Flores de sal, editado por nuestra máxima de estudios.
Uno más a la cuenta de nuestra versátil autora.
A mí, que me ha tocado la labor (por decir algo completa) de la hechura de este libro, puedo decir que lo he visto, junto con la poeta, desarrollarse y crecer.
Me ha tocado tenerlo en hojas tamaño carta (como llegan todos libros a la Dirección General de Publicaciones de la Universidad de Colima), verlo en su versión digital y de ahí tenerlo diseñado (en su primera etapa de formación), hasta el proceso de impresión, todo este ir y venir del libro para su formación Magda lo sabe y lo conoce bien (como autora de varios libros más) y se lleva mucho tiempo.
Entre que pasa por un proceso de dictaminación, un proceso de edición, uno más de diseño y otro final de de impresión. Todo para que al final quede conformado como libro.
Mientras todo esto sucede con la impresión de un libro, pasa el tiempo suficiente como para darle al creador (a Magda) la oportunidad de seguir haciendo lo que sabe hacer mejor: crear (poesía, teatro, cuento etc.) e incluso actuar (grandes pasiones sin duda de la autora de Flores de sal).
Así en este caso.
En este compendio vamos a encontrar una recopilación de textos que hablan de flores.
Yo no conozco mucho de flores. Pero sí conozco, sí he conocido (a lo largo de varios años ya) el trabajo siempre inagotable, siempre eterno de Magda Escareño.
Y en varios ámbitos: promotora, escritora, actriz y poeta, incluso vendedora de obra suya o de alguien más.
Estos poemas pueden llenar nuestro cuarto de flores, o el cuarto de quien sea.
Al leer cada uno de los apartados de este libro, es como si entráramos a un huerto, qué digo huerto, una florería, un sitio donde se encuentra el comprador con la más exquisita y variada colección de flores. Pero también nos topamos con la sala donde las flores se marchitan, y es cuando la poesía cambia drásticamente de tono, y se vuelve intimista, dolorosa, fuerte, sola.
El comprador a su paso por esta vereda va encontrar variedad, perfumes, tonalidades, olores, fragancias qué sé yo de cada una de las especies ahí reunidas.
Así es el viaje que nos ofrece Flores de sal, que de entrada, con el puro título nos regala una de las tantas y muy bellas imágenes que podemos encontrar dentro de este compendio.
Sin embargo, a la mitad del texto los poemas cambian, sigue el tono, los nombres, las citas a las flores pero no así su fuerza poética que nos embriaga por lo fuerte y lo profundo de la poesía que nos ofrece la autora, en un tono más confesional, íntimo y encarnado.
Este el juego que lleva intrínseco Flores de sal.
Ya el lector se dará cuenta de estos vericuetos que entreteje el poemario. No todo es la felicidad de los primeros versos, y esto se nota con los poemas más extensos, cambios de ritmo, de sentimientos y sensaciones que encontramos.
Dejo pues al lector con el regusto de las flores, pero también con su desencanto cuando pierden su aroma, su color, su esencia, su significado.
Gocemos su aroma, sus colores, su tamaño, su diversidad y su forma. Y también la otra parte, cuando se marchitan, cuando ya no sirven y nos duele verlas y nos lástima tirarlas y no queremos pero ya no nos ofrecen la hermosura, gracia y alegría de antes.
Así el poemario cuando se abre a ese lado dócil, profundo y de mucha soledad de la poeta.
Si uno tiene o quiere visitar a un pariente enfermo bueno sería llegar con el libro de Magda bajo el brazo, y como un ramillete dárselo a leer para que con este viaje al fondo de los más intrincados gustos florales recupere poco a poco la salud y el gusto por la vida, que aunque a veces amarga, fuerte, perversa y de cambios, también es parte de ella.

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