Tuesday, September 09, 2008

Puras mamadas




Puras mamadas
(crónicas defenestrantes)

Me da risa, pero también me da coraje. Me da risa, porque el gobierno del estado, a través de su secretaría de cultura, en el mes de la lectura y el libro se pararon el cuello diciendo que regalaron (y aparece una cifra exhorbitante de libros), y que pegaron (y aparece otra suma exhorbitante de calcomanías) y es verdad, lo hicieron. Qué desperdicio de papel, pineso yo, y no sólo yo, miles más. Qué derroche de dinero. Pero según ellos están trabajando. Está bien. No hay que quitarles la absurda idea.
Resulta que estaba el otro día caminando plácidamente (media hora de caminata diara), y observé dos camionetas, muy bonitas, muy del año, muy cafés, aparcadas (gringuismo españolizado) cerca de un conocido colegio popof, sí, de esos donde la crema y nata de Colima, llevan a sus respectivas natillas a hacerse hombres de bien. Pura pinche postura, pos qué.
Decía pues, antes de que me azotara este exabrupto. Que yo estaba myu campante. Sábado de mañana. Caminaba rumbo al bachillerato número uno a dar mi taller de poesía (sí, suena como a putito recién cogidó, pero qué quieres my deivid, tenía que tener un nombre).
Así, libro en mano (el que estaba leyendo en ese momento, para los que no me conocen estaba leyendo Chiquita de Antonio Orlando Rodríguez) pasé por donde estaban esas dos camionetonas. En la parte posterior, de cada camioneta, se leía la leyenda "AL LEER VIVES MUCHAS VIDAS". Repito, en las dos.
Me dio orgullo y pensé que la secretaría estaba haciendo bien su chamba (eso no está en duda), ellos regalan, pegan, pintan paredes, hacen pendones, giran por todos los municipios, hacen lo posible, pues, pero no basta.
El niño, hijo del magnate dueño de la dichosa camioneta. Quería, (a fuerzas de la voluntad de su padre), que fueran al Zentralia a que le comprara un libro. Fue lo que alcancé a oír al paso. El padre, todo osco, huraño, de esos "nuevos ricos", con mucho folklore en la forma de vestir, y sendo reloj, pulsera, anillo y collar o cadena (sólo los perros y otros animales usan cadena al cuello), le dijo que no. Rotundamente no. No para qué. No. No. No. Y nada más que no. Ese fue el fallo.
Entonces me quedé pensando ¿y dónde queda esa calca de que al leer vives muchas vidas?, el niño le estaba pidiendo un libro, no un maldito juego de video, no una chingadera peor, un ofensivo y tierno librito. Vale verga.
Su excusa final fue que, como ya había pasado el mes del libro juvenil e infantil, los libros ya no iban a estar en oferta. Y volví a pensar, ¿y todo ese lujo, camioneta acá, joyas acá, pantanlón acá?
Y agregó -si te portas bien, el año que entra vamos a esa feria y te compro lo que quieras-. Y me volví a quedar pensado. Ah, qué cosas. Y si la secretaría de cultura el año que entra no hace ni madres, el niño perdera otro año más sin su famoso libro.
Yo de plano mejor le quitaba esa calca a mi camioneta. Me dejaba de mamadas y le decía al niño la verdad...

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