Café exprés
La magia de la poesía
Parte II
Jericó
se presentó en el poliforum Cultural Mexiac días antes de nuestra odisea,
maravillosa, por cierto, de Tecomán. Como público que soy y asiduo a este tipo
de eventos por y para acompañar a mis amigos (y a mis enemigos también, aunque
no creo tener yo ninguno, pero creo ser enemigo de alguien y no sé por qué
razón, pero ya es cosa de cada quien).
Decía que me
gusta acompañar a mis amigos a la presentación de su nuevo libro, porque sé que
le pusieron empeño, le dedicaron tiempo, esfuerzo, sacrificio, tesón y mucho
más. Sé también que no es fácil publicar y menos en estos días. Y mucho menos
en días de pandemia.
Aquella
ocasión traía la módica cantidad de 150 pesos, costo del libro, pero resulta
que yo traía esa cantidad para vivir lo que restaba de la quincena (tuve que
consultar con el propio Recinos la fecha de presentación de su libro, 9 de
diciembre de 2019), así que todavía faltaban algunos días para el pago y, por
obvias razones, no compré ese día el libro, me reservé para otra fecha. Además,
entre Recinos y yo tenemos un acuerdo tácito de intercambio de libros, ello
para no generar gastos económicos, yo le regalo mi libro y él me regala el
suyo; así de fácil. Lo malo es que el mío lo tenía planeado para finales o
mediados del año pandémico 2020. Sí, ese que lleva por título: Una antología
fúnebre: Los muchos rostros de la muerte, agenda mortal.
Abrir
mi mochila y toparme con un ejemplar de Juan Carlos Recinos me dio mucho gusto,
no sé en qué momento se le ocurrió la idea de deslizarlo en el interior, seguramente
cuando andaba de moderador con aquellos chicos y chicas de Tecomán. Recinos vio
la oportunidad, encontró cerca mi mochila y simplemente lo deslizó. Me agradó
mucho encontrar el documento en el interior sin que yo me diera cuenta. Dejé el
libro reposar en la mesa del buró, leí la dedicatoria y esperé al día siguiente
para empezar su lectura.
El
sábado 14 de marzo me levanté a caminar. Leí que la pandemia empezaba a pegar
fuerte en varios países, el caso de Italia era alarmante junto con el de
España. Al regreso de mi caminata matutina en la que acostumbro a dar diez mil
pasos, mi mujer me apresuró a ir al tianguis por las viandas de la semana, y
ahí fuimos. El libro seguía reposando feliz en la mesa del buró…
Las
labores de casa son cansadas, ir por el mandado, lavar y acomodar la fruta y la
verdura, más toda la actividad acostumbrada del sábado, es algo que ni Obama
tiene y uno termina rendido más si a eso le agregamos la pequeña gran energía
de un terremoto de tres años que es sumamente demandante y exige jugar los 365
días del año, bueno, este 2020 para colmo fue bisiesto, los siete días de la
semana las veinticuatro horas al día, simplemente agotador.
Para terminar
pronto ese día no leí nada. Los domingos los tengo destinados a ir a visitar a
mis padres desde temprano y regreso tarde, por lo que tampoco leí nada. El
lunes a las carreras me levanté para ir a la oficina y trabajar y por el
trajín, olvidé el libro en la misma mesa del buró donde, seguro estoy, se reía
de mí reposando feliz.
Ese
pequeño terremoto se dio a la tarea de esconder el ejemplar porque se me
traspapeló y no lo encontré, el miércoles de esa semana, miércoles 18 de marzo
cumpleaños de mi querida Mirna, se nos dijo que esto de la pandemia empezaría y
que lo mejor era permanecer en nuestras casas. El libro se hizo ojo de hormiga,
se esfumó, no lo encontré por ningún lado. La pandemia venía en serio y no
había para dónde hacerse. Recuerdo que esa semana tuvimos severos contratiempos
por muchas cosas; yo seguía en recuperación de un herpes zoster con que fui
diagnosticado a mi regreso del Distrito Federal (odio el mote de CDMX) y de
cuando en cuando sentía los dolores que me daban por dentro. El 24 de marzo fue
mi cumpleaños y empecé a hacer mis videos para recomendar la literatura y a
ciertos autores y autoras que en mi peculiar punto de vista no han sido leídos
y leídas o que no se conocen mucho… del libro de Juan Carlos Recinos no había
rastro, parece que la pandemia se lo había llevado o, así como llegó, así de
fácil quiero decir, así de fácil también se me esfumó. Ni hablar.
Para
todo esto, en esos días nos estábamos cambiando a esta casa, donde ahora
escribo esto, así que todo se nos juntó, el viaje a la FIL del palacio de
minería, el cambio de casa, el herpes zóster y una incapacidad de siete días y
luego esta bendita pandemia que nos tiene metidos en casa…
Esta historia
continuará…
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