Wednesday, November 23, 2011

Las tremendas aventuras de la Capitana Gazpacho

Escafandra


Alberto Llanes


Es importante dejar descansar un espacio y yo lo había hecho. Dejé reposar esta columna porque creo que es sano que un escritor se aleje del escaparate y vea las cosas con perspectiva. Es mejor eso a un escritor necio que tiene que estar dale y dale (tundiendo el teclado) y sale con lo mismo siempre, que el gobernador, que el rector, que el diputado blablablá…
La intención era retomar este espacio hasta el próximo año, año apocalíptico a decir de los Mayas. Sin embargo, no lo pude evitar y así como he criticado el teatro y las actividades culturales en el estado, también hay que aplaudirlas cuando valen la pena, como en este caso.
Resulta que, ¡por fin! me presenté en el teatro Hidalgo para ver la puesta en escena de Las tremendas aventuras de la Capitana Gazpacho, y digo por fin ya que había quedado muy mal con parte del elenco que me invitaba a verlos y no iba, incluso Aurorita, Nury (eternas y entrañables amigas de mi loca juventud) e Isabel Balboa a saber quién más, me decían que si yo nada más iba a ver lo que hacía Jaime Velasco; y creo que me lo decían con razón pues cancelé la ida al teatro en varias ocasiones pero aclaro, no era porque yo quisiera, situaciones ajenas a mí me obligaron a hacerlo. En fin, dicen que pretextos hay muchos y no quiero caer en ese juego.
Así que el viernes 18 de noviembre me presenté en el teatro dispuesto a ver la obra, cuando llegué, vi que un buen amigo César Anguino, iba corriendo tratando de llegar a tiempo a la función pero… (Faltaba todavía media hora para que empezara aunque conociendo a César pensé que se le había olvidado la hora y corría para llegar puntual).
El escenario del teatro Hidalgo me parece maravilloso (a no ser por lo incómodas que están las bancas, unas detrás a las otras y se pone complicado salir). Ubiqué al buen Anguiano y me senté a su lado para disfrutar el evento; en la entrada, Héctor Castañeda (director de esta magnífica obra), me permitió el pase junto con mi acompañante sin necesidad de pagar los 50 pesos de cuota que hubiera pagado sin reparo alguno. Hay que ser considerado con el teatro y con quienes lo hacen para que sigan presentado obras de calidad. Cierro el comercial y sigo.
Me dio gusto ver a Coty Campos (otra magnífica actriz de teatro que tiene este estado) y todos juntos nos sentamos en la misma fila para disfrutar del teatro, claro, todo esto, enmarcando los 35 años de existencia del Centro de Educación Artística Juan Rulfo, mi escuela, jamás digo que soy exalumno de ahí, sino que digo que soy y seguiré siendo gente y alumno Cedart porque aún (aunque ya no frecuente tanto la escuela como antes), aún me siento parte de ellos y ellas. Total.
Se apagaron las luces y comenzó la función. ¿Se vale decir que siempre que se apagan las luces acostumbro manosear a mi novia y ella hace lo mismo conmigo?, bueno, no estamos aquí para delatar intimidades.
La Capitana Gazpacho pronto se posicionó del escenario y comenzó a dar órdenes a un Huitznáhualt que, en un barco, hacía de todo. Nelly Magaña es la Capitana y yo, sin quedar bien con ella ni nada que se le compare, la veo actuando bastante bien desde obras anteriores, baste recordar su personaje en Puerco Espín y su cantaleta de ¡¡¡Feliz, Feliz no cumpleaños!!!, y claro, su actuación de sirvienta en La lección junto con Coty Campos, maravillosas las dos (las dos actuaciones y las dos actrices y las dos obras, claro está).
Posterior salta a escena Isabel Balboa, gran gran gran amiga desde hace tiempo, también le he conocido actuaciones maravillosas y dirección en trabajos anteriores y aquí no me dejó mal, así que sé de su calidad en el escenario y su pasión con que salta a escena que, junto con Aurora Rangel le dan una peculiar sincronía (asimétrica) a sus personajes de hermana y hermana, la una muy patriota tomadora de té puntual y la otra apasionada del amor peliculero (por no decir de películas palomeras) que ve en el cine esperando que se le haga realidad en la cotidianidad en que vive. ¡¡¡Ahhhhh!!!, el amor, el amor, el amor…
Iván Quiroz y Nury Sandoval hacen acto de presencia después. Iván, enfundado en un personaje arrogante, gañán, trata, literalmente, con la punta del zapato a Nury quien acepta su posición o destino o qué sé yo y en ratos cachondea con la Capitana Gazpacho jugando a las lenguas de gato, en tanto su esposo, personaje de “El negrito” como le decimos de cariño a Iván, se la pasa durmiendo la mona y madreando por casi ningún motivo a Nury (perdón que no recuerde el nombre de los personajes que interpretan pero yo traía mi programa y en el barecito de La puerta, lo perdí, quizá en el futbolito, prometo volver a ir a ver la obra para tener otro programa conmigo y esta vez no lo olvidaré).
En fin. Entre carcajadas, buena actuación, mucho movimiento, un script súper original y una dirección bastante acertada de parte del buen amigo “Toto” Héctor Castañeda, Las tremendas aventuras de la Capitana Gazpacho, recorren y surcan los mares para llegar, como un viejo caballero andante pero en dama y capitana de un barco, a toparse con seres que viven en otra cosa (me dan la impresión a veces que en otra dimensión y se encuentran y surge la comedia de enredos, donde se espera otra realidad, una conquista que los haga salir del trajín diario en el que viven, donde están inmersos y donde Isabel toma té y patriotiza sin ton ni son, y cuando se ve perdida llama puta puta puta a su pobre hermana que no ha probado siquiera caricia de hombre más lo que ve en una pantalla.
O el Lacayo (Jorge), personaje que hace Hutznáhualt es el que viene a romperle el esquema a la hermanita indefensa que es llamada puta cuando lo virginal se le nota a kilómetros y las cinco de la tarde, hora del té, se pierden o se las roba alguien (Lacayo) y tienen entonces que brincar de las cuatro a las seis y las cinco simplemente dejan de existir.
La Capitana Gazpacho le rompe el esquema a una Esposa sufridora (papel que interpreta de maravilla Nury Sandoval) y le pone el amor en sus narices, en tanto cuida el sueño de su marido y pide un cerillo para suicidarse; la cachondería, lo perrita, salta en el escenario cuando la Capitana Gazpacho, como un Don quijote, se enamora de “esa cosa”, esa cosa que es Dulcinea.
El juego con obras clásicas como Esperando a Godot, es maravilloso, no sé si así es el diálogo original, pero si no, es un acierto magnífico del director. Como magnífico también es el regreso a los ochenta cuando jugábamos al Mario Bross y los personajes empiezan a moverse con esa fruición del juego de Nintendo por todo el entramado con ese movimiento que aceleraba y desaceleraba al buen Mario y Luigi Bross.
No sales de una carcajada cuando entras a otra, creo que el público, así como yo y mis amigos y Mirna Bonós (mi compañera) disfrutamos mucho la obra. Lo que me preocupaba era que sonara por ahí un celular impertinente, porque es algo que todavía no apruebo del público colimense, que a media actuación suene un puto teléfono celular con una melodía horrible y perturbe la obra que estamos disfrutando.
En el intermedio, la intervención de un buen amigo (Noé Guerra) para hablar del Cedart y la cosecha de actores y personajes renombrados que han surgido de esa escuela en 35 años de vida, pero se le olvidó mencionar, aunque no era alumno de ahí pero sí pilar del Cedart Colima y de varios más, al buen Miguel Ángel Cuervo Romero, mecenas de muchos artistas colimenses.
Enhorabuena Puerco Espines, esperemos más y todavía mejores obras. El aplauso de pie y el regusto quedó esa noche. Después, cada uno (por lo menos así lo he hecho yo), pensamos en cada uno de los personajes y su forma de ser, aquí nada más doy una pincelada, pero quedan muchas actitudes por resaltar.


PUBLICADA EN AFmedios.com

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