Tuesday, March 16, 2010

Sólo es un hasta luego

Cronicario
Sólo es un hasta luego


Para José Gutiérrez, excelente
“profe”, mejor amigo.


Alberto Llanes


La noticia de tu muerte, Pepe, me sacudió casi como un terremoto de ocho punto ocho grados con duración de un minuto en la escala de Ritcher. Como una bala fría, que digo fría, helada, de sopetón, me llegó la noticia. Prácticamente no pude hacer nada, Pepe, en todo ese maldito, fatídico día. Yo no sabía que un día anterior, Pepe, nos habías dejado. Yo no lo sabía, nadie me avisó, nadie me dijo nada. Al otro día, sin embargo, un par de llamadas que, te soy sincero Pepe, no me hubiera gustado recibir, fueron las que me dieron la noticia de tu muerte. Quedé sin aliento por un rato. No lo podía creer pero así era. Salí de inmediato al Cedeluc, Pepe, pero en el Cedeluc nadie, nadie sabía nada, más bien, nadie me dio información porque nadie había, Pepe. Regresé entonces a la oficina a ver si alguien me decía algo y sí, al rato recibí la otra llamada, Pepe, que me confirmó todos los datos. Una amiga en común (Karina), me dijo que iba llegando de la misa de tu muerte, Pepe. Y que ya te llevaban a poner en paz. No lo pudimos evitar amigo, ambos nos pusimos a llorar a través del teléfono aunque tú decías que los hombres no lloran, pues quizá no soy tan hombre, Pepe, porque chillé no te lo voy a negar. Sin embargo esta vida es así, Kari me dijo que iban a hacer novenario en tu casa, amigo, y que ya estabas descansando de esa enfermedad que te pegó justo cuando nos conocimos, en la época de la maestría… Sí, ¿cuántas cosas dejamos en el tintero, Pepe?, ¿cuántas cosas nos faltaron por hacer, planes, proyectos, fiestas?, ¿a cuántas mujeres nos faltó conocer? Yo prácticamente ese día no hice mucho, no me podía concentrar, Pepe. Tenía la mente en otras cosas, en recuerdos que no eran tan viejos ni tan lejanos, ahí tenía la mente, Pepe. No la podía tener en ningún otro lado. En el Messenger puse una leyenda con tu nombre, Pepe, y, muchas personas me preguntaron por ti, por lo que te había pasado, por todo. Yo a todos les respondí lo poco o lo mucho que sabía, Pepe. Incluso, un amigo en común, que fue tu alumno, se estremeció con la noticia y platicamos largo y tendido recordando… recordándote como eras, porque tú eras una persona bien alegre, Pepe, y porque ganaste muchos amigos en todo este tiempo, y porque tuviste un ramillete de alumnos que, cosa curiosa, resultan ser amigos míos algunos, otros conocidos de lejos y los más conocidos quizá de vista o de oídas o qué sé yo, Pepe. Después de sentir esa bala fría, que digo fría, heladísima de la noticia de tu muerte, amigo Pepe. Sentí entonces un calor, un cansancio, un aletargamiento que no me explico, Pepe. Y te digo, la vida es así. Mi jefa mi dio indicaciones para que registrara documentos, revisara textos y bla bla bla… cosas que hace un editor, y como autómata hacía, me movía, leía pero no lograba concentrar mi atención en lo que estaba haciendo, Pepe, pensando en que dos semanas atrás había platicado contigo por teléfono y habíamos quedado de llevar a cabo nuestro proyecto aquél, tú te has de acordar, Pepe, sí, ese, de hacer un taller literario para trabajadores de la Universidad de Colima. Proyecto que veníamos cocinando desde hacía tiempo Pepe, pero que por prescripción médica tuvimos que dejar de lado. No te creas, yo empecé a seleccionar algunos textos que creo, podrían o podrán ser útiles para los trabajadores, más que útiles, Pepe, divertidos, porque te acuerdas que decíamos que la literatura tenía, para llegar a todo el público o la gran mayoría, que ser divertida. Debo decirte, Pepe, que no trabajé como otros días, no, me la pasaba pensando en tantos y tantos momentos divertidos, en aquellas clases de la maestría, o cuando sacabas tus puntadas, o cuando aquella vez sonó tu celular y traías el mugido de una vaca, ¿te acuerdas? Y a todos nos sacaste de onda y no parábamos de reír, o aquella palabra defenestrar que luego hicimos nuestra. Recordaba también que después de las clases nos íbamos por ahí a tomar unos tragos y a planear nuestro siguiente ataque Pepe, nuestro siguiente proyecto. Quizá yo te aburría con mis chingadas pláticas de literatura, pero, hermano, no sé hablar de otra cosa, quizá de futbol, de mujeres, de música, de teatro, de danza, ya sabes, soy un maldito apasionado del arte qué se le va a hacer. Pero en cambio tú siempre sacabas a colación a tus alumnos, decías que eran tremendos pero que eran el futuro de este estado y del país, porqué no decirlo. Me acuerdo de esa noche que andábamos cazando mujeres, cazando en el mejor sentido de la palabra, quiero decir, rondamos calles y calles viendo y no caía nada hasta que nos desesperamos y fuimos a tomarnos unas cervezas, ya sabes que a mí me gusta la cerveza oscura y tú preferías la clara, aunque a veces eso no importaba mucho, y que después llegamos a mi casa, donde mi mamá vendía chelas a no sé qué altas horas de la noche y nos empinamos unas león bien frías. Y entonces nos pusimos a planear, porque quizá eso era lo que hacíamos mejor, Pepe, planear. Siempre es bueno tener proyectos, Pepe, y más si son para fomentar algún buen hábito como la lectura y la escritura en trabajadores universitarios, dios mediante, Pepe, haré todo lo que esté de mi parte para que ese proyecto se haga y se lleve a cabo. Si no estoy yo al frente de él que esté alguien más, Pepe, pero que se haga. No se puede quedar así, creo que tú hubieras querido que ese proyecto se cristalizara. Y así tiene que ser. Por la tarde-noche de ese día, Pepe, hablé por teléfono con mi mamá. Le conté todo. Ella también te recuerda por nuestras noches de juerga en que íbamos a parar a Villa Izcalli por las chelas ¿te acuerdas? Yo tenía una deuda perenne con ella, pero… qué se le va a hacer. Ahí volví a llorar, Pepe, sí ya sé que vas a decir que soy un maricón pero qué se le va a hacer, Pepe. A mí me ha pegado muy feo tu partida, Pepe, porque como lo dijo la maestra Ada en una columna que sacó en Milenio diario dedicada a ti: “cuando un compañero de generación se va para siempre, pega muy fuerte, porque los compañeros de generación son como hermanos, son como de la familia, Pepe”. Y por eso sentí y lamenté mucho tu partida. Y voy a serte sincero, porque ya sabes que a mí me gusta serlo. No pude escribir nada en una semana, Pepe. Este texto lo estoy haciendo apenas el 14 de marzo y tú nos dejaste justito el 28 de febrero (día en que partió también Carlos Montemayor), Pepe. Y sólo quiero terminar con algo que puse en mi Messenger y que decía: “Te llevaremos en nuestro corazón pepito gutiérrez... descansa en paz y con tu alegría haz felices a todos por allá...”. Porque así eras tú, Pepe, feliz, muy feliz y así te quiero y te debemos recordar.

No comments:

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

 En palabras Llanes     I Una vez más México hace historia; otro 19 de septiembre que « retiembla en su centro la tierra al sonoro...