Tuesday, October 10, 2006

Los veintiocho

Catalejos


Alberto LLANES


Los veintiocho


UNO llega a los veintiocho, y todo se vuelve Materialismo histérico y nada más (como dijera Xavier Velasco). Porque uno se encuentra con amigos que hace tiempo no ve, y las preguntas salen disparadas a toda velocidad. ¿Ya tienes casa?, ¿Cuántos coches tienes?, ¿Cuánto ganas?, ¿En dónde trabajas?, ¿Vas a salir de vacaciones?, ¿Ya te casaste?, ¿Cuántos hijos tienes? ¡Bah!, como si estuviera escrito que uno, a fuerzas, al llegar a esas edades debe tener todo eso, o en otras palabras, la vida resuelta. Entonces las respuestas son obvias: No, no tengo casa, no tengo coche, gano una madre, trabajo aquí y allá y a veces de free lance, en mi puta vida he salido de vacaciones, no me he casado ni quiero por lo pronto, y no tengo hijos, por lo menos que yo sepa.
Entonces, el amigo, ése que hace tiempo no veíamos, cambia de pronto el rictus, y lo que parecía un encuentro amistoso se convierte en un desencuentro, y lo que parecía alegría por volverse a ver luego de tanto tiempo, se vuelve incómodo, hostil, indiferente me atrevería a decir.
Y a uno entonces le sueltan una mirada, (mirada especulativa de arriba abajo quiero decir), y entonces lo ven a uno todo jodido, todo dado a la chingada, todo harapiento, todo greñudo, todo con las ropas jodidas, o puede que incluso, con las mismas garras de aquella juventud, y entonces el amigo increpa un: Es que no has cambiado nada, sigues igualito. Y entonces uno se encabrona, cómo que no he cambiado, cómo que sigo igual, han pasado diez pinches años desde que no nos vemos, y este cabrón me sale con que todo sigue igual, de estoy igualito. Y por no molestar, uno se sale por la tangente, y uno entonces le pregunta al amigo de la adolescencia lo mismito con que nos recibió en ese “amistoso encuentro”.
Y entonces, el amigo nos responde que a él le ha ido a toda madre, que trabaja aquí, y allá y que se mete sus buenos miles de pesos mensuales, que tiene un súper carrazo último modelo, que toma champagne, whisky y cogñac, que vive en lomas (turbas) de no sé qué madre, y que se casó con la chava más guapa, más buena, pero la más puta también (para que nos hacemos pendejos) del bache., que ya tienen dos hijos y no sé qué más, y cuando te dice, saca su cartera de piel marca Armany para enseñarte las fotos de la familia, y entonces se ven las tarjetas, las credit card, las máster card, las express card, las visa card y sí, en las fotos la familia está contenta, y claro, trae el muy mendigo las llaves de su coche en la mano, porque acaba de dejarlo estacionado en quien sabe dónde. Y te presume que lo acaba de sacar de la agencia y a cada movimiento brusco (porque habla moviendo de un lado a otro las manos) mueve el llavero y suenan las llaves y se ve que es de la Crhysler.
Y a uno le dan ganas de saber donde está aparcado el móvil para darle un rayón de miedo, y en eso suena su teléfono celular y nada más oyes que dice: sí señor, aquí estoy cerca señor, en eso ando señor, en un momento más señor, en eso estaba pensado señor, claro señor, por supuesto señor, desde luego que sí señor, como no señor, como usted diga señor, lo que usted mande señor, a la hora que usted guste señor, como diga el señor, y cuelga.
Y sigue tratando de recordar entonces lo que estaban platicando apenas un instante, y te vuelve a decir: Es que qué bárbaro, sigues igualito, de verdad, no has cambiado nada. Como insinuando que él sí, que él es muy cabrón, que tiene una posición importante, que tiene, en pocas palabras, la vida resuelta, que es alguien importante, que de hecho es más importante que tú, y bueno sí, puede ser que sí, pero qué se le va a ser, (uno no es lo quiere, sino lo que puede ser). Y te pregunta que a qué te has dedicado, A que has dedicado tu vida, Dice, Soy escritor, Le respondes sin ningún gesto de más en tu cara. Y te dice, Claro, cómo no lo pensé antes, sigues con tus sueños de ser escritor, verdad, Interroga, Te digo que nos has cambiado nada, Dice, Y qué tal te va en eso, se gana bien, Pues nada más para irla llevando, Respondes optimista, Claro, claro, dice, se te nota, Pásame tu número celular para ponernos de acuerdo y juntarnos toda la banda no, Te dice, Claro, Respondes, Y le das entonces un número falso, el número de una persona que te acaba de dar ese número para que la contactes para una trabajo importante, y le dices entonces que no deje de llamarte, que te fascinaría ir a esa reunión para darte cuenta de la deplorable situación de los demás, Y te dice entonces que sí, que cómo no, que él se pondrá de acuerdo con “la banda” y te avisará, y de eso no te queda duda, y se despiden con un apretón de mano, y se te queda el perfume carísimo impregnado en la mano.
Se aleja. Ves cómo se diluye y se pierde en las calles contiguas. Y ya que no se ve, ya que se perdió y que no es más que un punto negro, ya que está lejos de ti, te sientas entonces en la banca más cercana, sacas tu libro y te pones a leer: Opiniones de un payaso de Henrich Böll. Quieres mirar sus movimientos con los catalejos, pero la historia, la historia es más fuerte que tú…

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