
Un comentario indecente
Alberto Llanes
No quiero ofender castos oídos esta noche. Pero si creen que vamos a hablar finuras, palabras barrocas, complejas, que no les entendamos nada, están equivocados. Aquí lo que se trata es de hablar de sexo, de coger, de putas, suripantas, teiboleras.
Aquí vamos a hablar y a encontrar en los textos que componen este libro: puchas, pitos, culos, tetas, sexo oral, anal, perversión en su más puro y clásico sentido. Y yo de entrada felicito esto. Como no.
Sólo una persona muy enferma tiene (casi por obligación) que regalarnos esta exquisita literatura que encontramos en los cuentos de Hugo César Moreno.
También es cierto que sólo un enfermo (totalmente) tiene que leer estos cuentos para apornar la semana, su semana. Y yo soy indudablemente uno de ellos. Qué digo enfermo, enfermísimo, dañado y sin remedio. Y aunque a la distancia parezco una persona normal. Debo confesar que no lo soy. Soy un depravado a veces sin sentido, a veces con él.
Para verificar lo anterior sólo baste que mencione aquí y ahora, algunos de los títulos que he leído a lo largo de mi vida literaria, y que espero, como dice de pronto Alejandro Lora (y los que faltan) la lista se haga extensa in situ.
El último libro que leí con esta temática (antes claro del que me toca hablar esta noche) fue el de Elena Sevilla que tiene un título que cautiva y una foto de portada que encanta: De chica quería ser puta. Que no sé por qué me dejó a medias, la historia sí es buena pero le falta perversión para mi enfermo gusto.
Otro que leí y que me dejó igual fue el más reciente libro de Ana Clavel Las violetas son las flores del deseo, que yo estúpidamente creí que iba a estar lleno de puerquez y ¡oh sorpresa!, resultó muy Light. Quería un libro que se leyera a una mano como el de esta noche y no como el que me obsequió Ana Clavel, que ni una erección me sacó. Aunque esto de obsequiar es un decir, tuve con todo, que pagar por el libro.
De ahí la lista continúa Crímenes sexuales de William Naphy, La hija seducida de Restof de la Bretone, La almendra (memorias eróticas de una mujer Árabe) de Nedjma, Juegos prohibidos (una selección de cuentos de Gustavo Sainz), Diario de una ninfómana (de una autora francesa de la cual no recuerdo ahorita su nombre) y por supuesto Las edades de Lulú, de Almudena Grandes (esa sí puedo decir, me ha dejado satisfecho siendo la escritora una mujer), más cuando a Lulú le rasuran la vagina y tiene… bueno, mejor dejo que lo lean.
Mi lista de literatura que tiene que ver con el tópico erótico es bastante amplia. Estos son algunos textos de esta índole sin mencionar El coño de Irene (las aventuras de Don Juan Lapolla Tiesa), y por supuesto Espera, ponte así de Andreu Martín, claro, estoy hablando de la sección de libros aparecidos bajo el sello La sonrisa vertical, literatura erótica de primerísima línea.
Agregaré dos títulos más a este compendio de literatura de fornicación, deprave, desvirgación, colchoniza y batallas e intercambio de fluidos bajo las sábanas. Fantasiofrenia (volumen uno y dos), un libro de cuentos dañados, como el subtítulo lo indica, donde aparece un cuento de mi amigo Guillermo Vega Zaragoza. Otro, es aquel escrito por César Silva Gamboa, Hoteles de paso es el título. Donde se cuentan las andanzas y la vida sexual ajetreada y diversa del “Cinco tiros”, jocoso protagonista de todas estas fornicaciones.
Yo creo que por eso me invitaron a presentar esta noche este extraordinario compendio de literatura con una fuerte carga sexual en sus entrañas. Y es que todos necesitamos de cuando en cuando ver porno, leer porno, navegar en Internet en páginas porno: petardas.com, pornhub.com, worldsex.com, adult.com, tommys-hilfigers.com. peterpaul.com, defloration.tv, entre otras, casi no soy fanático de ello como se puede ver.
Cuando veo un libro sí, primero me llama la atención la tapa, la portada. Después el nombre de la obra. Al último el escritor. Si la portada tiene una imagen de una mujer encuerada rápido quiero saber de qué se trata, o cualquier imagen sugerente y me voy a la cuarta de forros a ver qué contiene ese libro.
Así, me he hecho de obras como la de Los amantes de Estocolmo, de Roberto Ampuero, Pudor de Santiago Roncagliolo, El diablo guardián de Xavier Velasco y Putas asesinas de Roberto Bolaño. Entre muchos más. Y voy por uno nuevo que acaba de salir El diario de un violador de Evan S. Connel.
Y no es que uno sea sexista, simplemente es de ojo alegre.
Y sí, voy a confesarlo. Con el libro de Hugo César Moreno me pasó algo similar. Lo vi. Me fijé en la foto. Me atrajeron esas largas piernas de la pintura de Anni Garza, con que se ilustra el compendio. Esos guantes hasta los codos muy sexi. Vi el nombre: Cuentos porno para apornar la semana. Ah cabrón ─dije─, la cosa se empieza a poner buena, buenísima. Me fijé en el nombre del autor, no lo conocí, no me sonaba. Abrí el libro. Ah cabrón ─volví─, pos hasta se parece a mí cuando traía la greña larga. Leí su ficha biográfica y dije: Ah cabrón, pos hasta somos de la misma edad. ¿Será que uno viene más dañado que generaciones atrás?, no lo creo, el deprave es el mismo tengas 20, 30 o 40 años.
Empecé con el primer cuento. Una niñita violada por un tipo que hasta le mete un palo en el allá atrás. Órale. Cuántas veces no piensa uno hacer eso. ¿Ustedes no?, perdón, pero yo sí. Les dije que a la distancia parecía normal pero soy muy depravado. Aunque nada más lo pienso, pero dicen que pensarlo es peor, total. Tampoco es algo que haría ni que confesaría, aunque ahora, como estoy desde el inicio de este párrafo en confesión, lo tengo que decir.
Luego la Ciruela pasa. Mira que hacerle a una abuela eso. Meterle ciruelas pasas por donde le cupieran y todavía que te dé unos mamelucos, venirte dos veces seguidas y tener sexo anal en esa cavidad colgante, toda dada la ídem, o sea, al culo. Esta sí que es literatura para leerse con una mano. Como no.
En estos textos se nota frescura narrativa, sentido de la ironía y situaciones reales que nos toca, como dice Cristina Pacheco en su programa de televisión, en un mundo donde “Aquí nos tocó vivir”.
Un cuento que me llamó mucho la atención fue de Antes de ver al diablo. Y ya hasta estoy pensado en poner un negocio así. De ahorcamientos por placer para gente que como yo está muy dañada y no tiene remedió.
Me excitó de sobre manera el cuento Andrea, la mujer que llega a una casa, un tipo se está haciendo una chaqueta y es abruptamente interrumpido por un par de tetas turgentes y un culo de campeonato, la imaginación es cabrona y más cuando tienes en tus manos cuentos como éstos… que provocan.
Felicidades y enhorabuena. Perdón por tanta leperada y perversión, pero el único escape que uno tiene para llevar a cabo una situación depravada como las que a veces le cruzan a uno la mente y como las que aparecen en estos cuentos es precisamente por medio de la literatura.