Tuesday, May 27, 2008

Les dejo una palmera colimota




En vez de estar poniendo pendejadas en este blog (entiéndase por pendejadas chismes de otras personas, que además no es lo mío), los dejo con algo bien tí-pico de Colima. Una bonita palmera. Haber si mi amigo Guillermo Vega Zaragoza se anima de una buena vez por todas a venir a Colima para quedarse cuantimenos (dijeran mis paisanos)una temporadita a dar unas bonitas clases. Y espero también, que esta bonita foto lo anime para que bonitamente se venga a cumplir la promesa aquella tan bonita de la caminada que tienen las bonitas mujeres de la bonita ciudad de Colima. Así que... luces... cámara... acción... Quiero un zoom anatómicoooooo... quiero el fin del secreto... entre tus labios de plata y tu acero inoxidable quiero uno loop... protagónico...
Que no se nos haga vicio pero sí una bonita tradición...

Wednesday, May 14, 2008

Hay que regresar a los clásicos




Este post va dedicado para wendylunada... wendylupe... porque ya me reclámó que no más puras viejas encueradas subo. ¡Lo siento!, tengo una atracción no sé cómo pero así más o menos, por la Irán Castillo, y aunque le prometí que la iba a quitar para que ella (Wendy) pudiera entrar a mi blog desde su trabajo, algo, que no me sé explicar, me dice que no la quite, y por más que quiero no logro hacerlo, así que esa imagen, y otras más, seguirán apareciendo en este blog que se va a volver porno... por lo pronto dejo esta bonita imagen, de uno de los discos más chingones de música que se puedan encontrar de los Smashing Pumpkins (mashacote las pumpkins). Siamese dream...

Monday, May 12, 2008

El tío Benito




El tío Benito


Alberto Llanes


El tío Benito siempre se quedaba dormido en las fiestas. Esto fue de un tiempo acá, porque antes no. Antes era el alma de todas. Pero le ganó la edad o qué sé yo. El tío Benito era muy desafortunado. Pero de un tiempo acá el tío Benito en todas las fiestas familiares (que eran muchas) se apartaba de la gente, encendía un Te amo, se servía su quinto coñaquito y se sentaba en la misma silla de mimbre de siempre a dormitar primero a dormir después.
Al principio, cuando recién tomó esta moda, el tío Benito nada más dormía cinco minutos. Luego fueron diez. Más tarde quince. Posterior veinte. Al rato veinticinco. Y así fue subiendo de cinco en cinco hasta que el tío Benito llegó a una hora y luego… a nada, o a todo según se quiera ver.
El tío Benito creía mucho en la suerte. Aunque era desafortunado creía mucho en la suerte. Toda su vida compró billetes de lotería para ganarse el premio gordo. Y toda la vida compró primero, cachitos con terminación en cinco, luego la serie completa también con terminación cinco.
Creía primero que con el cinco iba a ganar el premio gordo (no le interesaban los reintegros ni premios menores, él quería el premio mayor), y durante años compró billetes con esa terminación. Primero fueron diez años con esa terminación hasta que se hicieron quince y luego veinte años y nada. Hasta que se dio cuenta que con el cinco no iba para ningún lado y cambió. Aumentó cinco dígitos más y el diez apareció entonces en su vida. Sólo compraba billetes de lotería con la terminación unoycero. Primero fueron cinco años. Luego diez, se hicieron quince y nada. El premio gordo no salía. La dichosa terminación nunca cayó. Por eso digo que el tío Benito era muy desafortunado. Hasta que cambió al quince. Y fue subiendo de cinco en cinco pero nada. El unoycinco nunca cayó. Y la vida tampoco le alcanzó.
El tío Benito no quería cambiar de número a pesar de que el cinco no le traía buena suerte. Sus deudas aumentaron pero no le importaba, era rico, es decir, no tenía necesidad. Pero el sueño de ganar la lotería nunca llegó.
La familia del tío Benito hacía fiestas cada fin de semana. En esas tertulias se reunía la crema y la nata también, de la cultura. Siempre en grupos de cinco, por cierto.
Las fiestas empezaban desde el jueves, seguían el viernes, continuaban el sábado y terminaban el domingo, y el tío Benito las continuaba hasta el lunes, ─porque era malo romper el ciclo del cinco─, decía, y ─además, nadie trabaja en lunes─, decía.
El tío Benito tenía que estar ahí para recibir y convivir con los invitados. Grandes poetas, narradores, pintores, músicos, verdaderos actores y actrices de teatro, novelistas, en fin, pura cultura.
El tío Benito tomaba cinco whiskies y se fumaba cinco habanos en toda la noche. Al tío Benito no le faltaba dinero, pero soñaba un día, con ganarse el premio mayor de la lotería nacional.
Cuando iba al súper mercado, el tío Benito tomaba un carrito y lo iba llenando de cosas para la fiesta, siempre de a cinco tantos. Cinco botellas de whisky. Cinco de tequila. Cinco de vino blanco. Cinco de vino tinto. Cinco de coñac. Cuando tenía que comprar kilos o litros, pedía cinco kilos de huevo por ejemplo. Cinco kilos de jamón, queso o salchicha. Cuando era líquido pedía entonces cinco litros de jugo, de aceite, de leche. En fin.
El tío Benito era el alma de las fiestas. Bailaba cinco pasos-dobles, cinco twist, cinco tangos, cinco de todo. Y cargaba cinco relojes. Dos de bolsillo. Dos de pulsera y uno de cadena al cuello. La obsesión del cinco le pegó al tío Benito cuando no pasaba de esa calificación en la escuela. Pero él decía que iba bien. Que estaba a la mitad del camino. Y que la otra mitad la sacaría cuando estuviera grande.
Decía que el cinco era la mitad de todo. Los dedos de la mano en el medio se cortan bien. Dos para un lado y dos para el otro.
El tío Benito nunca faltó a ninguna fiesta por cinco razones: 1) todas eran su casa, 2) él las organizaba, 3) era también el alma de todas las reuniones, 4) las necesitaba, y 5) soñaba con que esa noche de fiesta iba a ganar el premio mayor de la lotería nacional y cantarlo a los cuatro vientos, perdón, a los cinco.
Pero al tío Benito no le importaba ni siquiera sacar reintegros (que sí los sacó alguna vez, pero no le interesaban), tenía muy mala suerte para el premio mayor… en fin.
La primera noche que el tío Benito se quedó dormido en una fiesta fue el cinco de mayo. Viernes cinco de mayo. Viernes: quinto día de la semana. Cinco de mayo. Mayo: quinto mes del año. Día cinco. Cinco: número de su suerte o su desgracia según se quiera ver.
En la última fiesta que se le vio al tío Benito fue en la de la navidad de 1995. Veinticinco de diciembre de 1995 para ser más exactos, por cierto, esa navidad cayó en lunes, quinto día de la semana de atrás para adelante, siendo día hábil, claro.
En esa fiesta el tío Benito se tomó sus cuatro bebidas, se fumó sus cuatro habanos y bailó sus cinco piezas de rigor.
Pero a eso de las cinco de la mañana se sirvió su quinto trago: un coñaquito. Encendió su quinto habano, un Te amo, y se fue a sentar a la silla de mimbre de siempre (la que usaba a últimas fechas cuando se empezó a quedar dormido en las fiestas), y se alejó de los demás invitados como si no existiéramos.
Cinco horas después, o sea, a las diez de la mañana nos dimos cuenta de que el tío Benito estaba muerto. No a la mitad, no. Estaba completamente muerto. De todo el cuerpo muerto. Era la mañana del 25 de diciembre de 1995 a las diez quince de la mañana, cinco horas después de que se alejó de todos los invitados.
Al revisar sus pertenencias, en la bolsa de su camisa talla cincuenta y cinco, por cierto, encontramos una serie completa de billetes de la lotería con terminación en doble cinco. Ese mismo día, en el sorteo celebrado para la navidad. La terminación que el tío Benito había comprado resultó ganadora. Por fin el tío se había sacado el premio gordo de la lotería nacional. Cincuenta y cinco millones de pesos.
El tío Benito había quintuplicado lo que invirtió en tantísimos años de comprar billetes de lotería. Pero el tío Benito no se dio cuenta. Por eso digo que el tío Benito, toda la vida tuvo muy mala suerte.

Friday, May 09, 2008

La chamarra y la cruz


La chamarra y la cruz


El amigo de un amigo me contó esta historia. Dice que le ocurrió hace un par de años, más o menos, y desde ese momento no ha podido vivir tranquilo.
No sé qué sea cierto y qué no. Pero es escalofriante para quien la lea, sorprendente para quien la crea, o nada más es parte de la oralidad a la que pertenecen las historias de muertos y aparecidos. Muchas historias nacen así. Y esta dice más o menos así:
El amigo de mi amigo se dedica al noble oficio del servicio público. Es chofer de taxi. Brinda su servicio a quien lo solicite con una señal de la mano. Dice mi amigo que cuando su amigo le contó la historia notó un dejo de perplejidad en su voz y se puso pálido como si reviviera en ese instante lo sucedido.
Ésta es una de esas historias que a uno lo dejan helado, que simplemente no se pueden creer o que cuesta mucho trabajo hacerlo. Pero el amigo de mi amigo dice que le pasó y ante un testimonio de ese calibre no hay nada que se pueda hacer.
Decía que mi amigo me contó que su amigo era chofer de taxi. Esa tarde, de otoño, el trabajo iba bastante mal. Había pocos pasajeros a quien llevar.
Nuestro chofer pensó que era por que esa tarde, especialmente, se sintió un frío extraño en la ciudad. Como aquella otra tarde en que nos dieron la noticia de que el gobernador había muerto a bordo de un avión. El día de pronto se tornó gris, triste, como si sintiera en las entrañas el dolor de la muerte de un gran personaje, un gran colimense. Total. Esa tarde se tornó así, igual.
El servidor público sabía que hay días así. Tenía años en la labor y sabía al dedillo el oficio. Reconocía que había tardes malas, buenas, regulares… aunque aquella, repito, se tornó fría y sin transeúntes a quien ofrecerles su servicio.
El amigo de amigo se disponía a abandonar la labor hasta el día siguiente, cuando empezó, como si hubiera elevado una oración al cielo, a levantar pasaje tras pasaje. No bien dejaba a una persona cuando levantaba a otro pasajero con rumbo diferente, y así fue hasta por casi dos horas en que no paró de subir y dejar pasaje.
Sin embargo sintió que no había suficiente gente en la calle como para que hubiera tanto trabajo, o para que le estuviera yendo tan bien, pero al final pensó que había sido una buena racha, y que todos los pasajeros que le habían tocado en turno eran por purita buena suerte. Total.
Uno por uno fue despachando a sus pasajeros. Así, visitó colonias como la Albarrada, el Diezmo, el Moralete; avenidas como la Insurgentes, Pino Suárez, Sn. Fernando; calzadas como La del Campesino, la Galván e incluso colonias nuevas, fraccionamientos nuevos.
Cuando uno está ocupado en algo el tiempo pasa volando. Mi amigo me contó que su amigo vio el reloj a esa hora, y eran ya casi las once de la noche. Entonces el chofer pasó cerquita del panteón ahí, por donde se ponen los tacos del Sobrino cuando lo abordó una chica, veinte o veintiún años que le hizo la parada.
La chica subió por la parte trasera del vehículo, se sentó y…
Mi amigo dice que su amigo ama su profesión, siempre está buscando la plática con el pasaje, cuando el pasaje, obvio, se lo permite, cuando no, simplemente pone algo de musiquita porque es muy alegre. Nada más.
Decía que la chica se subió y pidió que la llevara a su destino. Mi amigo dijo que su amigo se alegró cuando la chica le dijo que iba al próximo poblado. El próximo poblado era Suchitlán o Cofradía de Suchitlán. Así que el amigo de mi amigo, con el dinero de esa dejada, podía fácilmente completar la cuenta e irse a descansar.
El amigo de mi amigo es muy platicador, y esa vez, con una muchacha tan linda, joven y de sonrisa angelical no fue la excepción. La chica le contó que se le había hecho muy noche y que tenía que llegar rápido porque su mamá podría estar preocupada por ella.
Mi amigo dijo que su amigo iba feliz, platique y platique con la chica de nombre Carmen. Él le contó que tenía una hija más o menos de su edad, alegre la condenada, fiestera, pero muy buena persona, me salió rebuena para el estudio ─dijo el chofer─, incluso comentó que a la mejor podrían conocerse, ya que Carmen le había dicho que también estudiaba en la Universidad de Colima.
A cada luz roja el amigo de mi amigo checaba por el retrovisor a Carmen. Era guapa, de eso no había duda. Sin embargo se le notaba tranquila, un poco pálida, delgada también pero muy tranquila, sin el gesto frustrado de recibir una reprimenda al llegar a casa. Mi amigo me contó que su amigo sintió entonces mucha paz, mucha tranquilidad llevando a Carmen de pasajera.
Carmen le dijo al chofer que tenía un poco de frío, y cómo no iba a tenerlo si estaba bien flaquita ─pensó el taxista─. Y es que según Carmen salió de su casa sin ningún abrigo, y repito, esa tarde en particular había sido fría.
El amigo de mi amigo siempre traía consigo una chamarra que utilizaba cuando se bajaba de la unidad (ocho horas después) para no sentir, directo, el aire frío en la espalda. Entonces se la extendió y Carmen se la puso.
Llegando a la glorieta de los perritos danzarines, mi amigo le dijo a Carmen que iba a pasar a la caseta de policías nada más por mero trámite, para avisar que iba a dejarla en Suchitlán, ella contestó con un sí alegre.
El chofer se estacionó en la caseta de policías que está rumbo a Comala y verificó con los policías que iba a Suchitlán, que llevaba un pasaje mujer y que al regreso se reportaría nada más para aplicar esta nueva medida, misma que se instauró a todos los choferes de taxi para su seguridad.
El policía se asomó al interior de vehículo, vio a la chica e hizo algunas anotaciones en su cuaderno. Número de placas y sitio. Y dio entonces su venia para que el amigo de mi amigo continuara su marcha.
El taxista iba platicando con Carmen cuando ésta le pidió que pusiera algo de música, de la Arrolladora Banda Limón. Mi amigo buscó en todos sus discos y casi llegando al Cbeta halló, por fin, en un disco Mp3 de música con algo de la Arrolladora.
Carmen se alegró, tarareó y cantó un par de canciones, y cuando iban saliendo de Comala, Carmen le dijo al chofer que no llevaba dinero suficiente para el pago, pero que en cuanto llegaran a su casa su mamá podía completarle.
Y como había hecho muy buena plática con ella le dijo que no se preocupara, que la esperaría afuera de su casa para que le pagara la tarifa. Por lo tanto el tiempo seguía su marcha, pero como dije, cuando uno va a gusto o se siente bien el tiempo pasa volando. Y el amigo de mi amigo siguió volanteando como si nada.
Donde está el letrero que indica el poblado de Suchitlán, el chofer dobló a la derecha. Siguió entonces un sendero de piedra y pronto llegaron. Carmen le indicó al taxista el camino a seguir para llegar a su casa y obedeció. Que doble a la derecha, y dobló, que en seguida a la izquierda, y a la izquierda le dio, que donde está ese naranjo está bien, y donde estaba el naranjo paró.
Carmen le dijo que en seguida salía, que iba por dinero para completar la tarifa y se metió a su casa. El chofer esperó. Puso la música un poco más fuerte y extendió, lo que el espacio le permitía, sus piernas.
Allá arriba la noche se sintió más fría. El taxista recordó que le había prestado su chamarra a Carmen. Pasaron cinco minutos y no salía. El amigo de mi amigo pensó que su madre la estaba reprimiendo o algo así, por lo que decidió seguir esperando.
Después de otros cinco minutos creyó que el regaño estaría fuerte, por eso se dispuso a bajar del auto para aunque sea, estirar aún más las piernas. Regresando a Colima llevaría la unidad al lavado, le pondría gasolina y se iría plácidamente a dormir.
Nada más esperaba cobrar el dinero por su trabajo. Pero Carmen no salía. Cinco minutos después creyó que sería conveniente tocar a la puerta por la que había visto a Carmen entrar para pedir el dinero de la dejada y su chamarra. Así que fue y tocó...
El amigo de mi amigo pensó que la chica pudo haberse quedado dormida, o que se había olvidado. Como nadie salía volvió a insistir, ahora sus toquitos fueron más persistentes. En el interior se oyeron pasos que iban rumbo a la puerta. Enseguida se oyó el cerrojo y poco a poco se fue abriendo.
Una señora dio con el rostro del amigo chofer.
─Perdón… ─dijo dubitativo y sorprendido de que no fuera Carmen quien le abría─ vengo a cobrar la dejada…
La señora se notaba triste, demacrada, como si una pena la embargara por dentro, parecía que había estado llorando momentos antes, incluso.
─¿Qué dejada? ─contestó la mujer─.
─La de su hija ─aseveró seguro el hombre─.
─¿Mi hija? ─se extrañó la dama─.
─Sí, una chica que entró aquí, la acabo de traer desde Colima, me dijo se llama Carmen, incluso le presté mi chamarra porque tenía frío. ¿Que aquí no vive ninguna Carmen? ─preguntó─.
La mujer sollozó antes de responder:
─Sí… vivía una…
─Cómo que vivía ─la interrumpió el amigo de mi amigo─, si la acabo de dejar aquí, me dijo que iba por dinero para completar y a devolverme mi chamarra.
─Eso no puede ser ─contestó la mujer─, mi hija falleció hace exactamente una semana. Es imposible que la haya traído desde Colima. Vea ─dijo señalando un moño negro en la entrada de la humilde casa─, aún estamos de luto, recién termina el novenario, no puede ser… simplemente no puede ser…
─Pero señora… la acabo de dejar… entró aquí… pasamos por la caseta de policías… me dijo que ahorita salía… que no se tardaba… que iba por dinero…
─No, eso no puede ser, le digo que tiene una semana de fallecida, una semana recién. Si quiere vamos al panteón para que verifique lo que digo.
El amigo de mi amigo en otra circunstancia habría dejado ir el pago, no valía tanto la pena. Pero en esta ocasión no. Algo, que podía explicarse lo hizo aceptar la propuesta e ir al panteón a revisar qué estaba pasando. La mujer le dijo que iba a ponerse un chal y a recoger las llaves de la casa para partir.
El chofer tomó rumbo a Colima, al panteón municipal donde había sido abordado por la bella Carmen. La mamá de la chica llevaba en las manos un rosario y una botellita de agua.
─Es agua bendita ─dijo─.
El taxista no creyó que la señora le estuviera tomando el pelo, pero repito, en esa ocasión un no sé qué lo obligó a saber la verdad.
No contaré el trayecto de regreso. Sólo diré que el amigo de mi amigo iba con el corazón a tope, que si ha estado enfermo del corazón le da un infarto ahí mismo, tras el volante. Pero esta historia todavía no termina.
Llegados al panteón, mujer y hombre pidieron al guardia que los dejara entrar nada más para verificar una cosa ─dijo la mujer─. El guardia del jardín de reposo reconoció a la madre de Carmen.
─Ah, ─dijo─, es la madre de la muertita reciente.
La mujer asintió con pena de dolo. Al amigo de mi amigo no le quedó duda, pero aun quería saber más. A pie, recorrieron tumbas y tumbas alumbrados por la escasa luz de una lámpara que les proporcionó el vigilante.
─He ahí su tumba ─dijo la señora─.
En efecto, en la losa de mármol estaba grabado el nombre completo de la chica Carmen Josefina Cisneros Lara, y una foto reciente de ella. Era la misma, no había duda.
La mujer alumbró algo raro que cubría la cruz al pie de la tumba. Al aluzar directo notó que se trataba de una chamarra. El amigo de mi amigo la vio era la suya, la que le había prestado a Carmen cuando fue su pasajera. En ese momento casi le da un infarto, eran muchas emociones para un solo día.
─¿Es su chamarra? ─preguntó la mujer─.
─Es ─asintió asustado el hombre─.
─Pues llévesela ─dijo la mamá de Carmen─.
─No, que me la voy a estar llevando, ahí que se quede ─respondió pálido el amigo de mi amigo─.
La mujer asintió y roció con agua bendita el nicho para el eterno descanso de la bella Carmen. El amigo de mi amigo desde ese momento no logra borrar de su mente esa terrible imagen…

Esto es hoy



Hoy día se presenta el libro ¿Un mundo sin filosofía?, un compendio de interesantes artículos que proponen el desorden de la vida y el cosmos, si no tuviéramos a la filosofía de nuestra parte.
Y es que al parecer, en varias instituciones de educación quieren sacar del plan de estudios esta materia, entonces expertos en el tema se reúnen aquí para sugerir qué pasaría si no tuviéramos filosofía.
Los comentarios estarán a cargo del Dr. Jesús Muñiz, la Mtra. Xóchitl Amalia y el finísimo Lic. Ihovan Pineda, que Dios no quiera y salga con una de sus corrientadas. En la moderación estará el también profesor y maestro en filosofía Benjamín Panduro Muñoz.
La cita es a las seis de la tarde, campus Villa de Álvarez. Habrá brindis de honor. Tamales y atole.

Esto es hoy



Ahora, hoy día, se presenta en el auditorio de humanidades, campus Villa de Álvarez, el libro ¿Un mundo sin filosofía?, un compendio que reúne una serie interesante de artículos, donde expertos en el tema tratan qué pasaría si en el mundo no existiera la filosofía.
Y es que al parecer, en varias escuelas y universidades del mundo quieren dar de baja y/o desaparecer la materia como tal.
Así que ahora, a las seis de la tarde, en el auditebrio de humanidades, campus Villa de Álvarez, se presenta este libro.
Los comentarios estarán a cargo del Dr. Jesús Muñiz, la Mtra. Xóchitl Amalia y el finísimo Lic. Ihovan Pineda Lara (que espero no diga alguna sandés, Dios quiera y no salga con que les mando a todos los que están comiendo frijoles... del último saco, un saludo, porque es fino el hombre, hasta de pelo, total).
Anexo a esto la invitación por si quieren...

¿Qué es lo primero que levantas del suelo después de un terremoto?

 En palabras Llanes     I Una vez más México hace historia; otro 19 de septiembre que « retiembla en su centro la tierra al sonoro...